Aclaraciones oportunas / José María Sánchez Romera

La semana pasada el Presidente del Gobierno realizó una serie de consideraciones en la clausura del Foro de la Toja sobre economía de gran interés por lo que tuvieron de clarificadoras. De sus manifestaciones cabe destacar las siguientes la ya clásica de “que paguen más los que más tienen». Después afirmó que «reaparecen entre nosotros los brujos que rescatan sus fracasadas recetas y proclaman que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos» y que la cuestión es qué estado del bienestar queremos y que hay que elegir entre fortalecer o debilitarlo y robustecer los servicios públicos o hacerlos más frágiles. Como ejemplo de lo que no debe hacerse citó al Reino Unido, que ha debido rectificar tras el anuncio del Gobierno de una bajada de impuestos, para así alcanzar la conclusión general: «Es entonces cuando el dogmatismo neoliberal hace aguas y se enmienda a sí mismo con una intervención acelerada para calmar los mercados y salvar los muebles del naufragio». Consejos vendo…

Para referirse a los demás como “viejas recetas” las que expuso tampoco presentaban novedades y por otro lado lo bueno no se define por su antigüedad sino por su eficacia o su calidad. “La rusa”, por ejemplo, es una novela mucho reciente que el Quijote, pero no parece que pueda dudarse dónde situaríamos a cada una. Y si concebimos lo cercano en el tiempo como aquello que indica avanzar, nada más antiguo que el socialismo, sistema tribal por excelencia, cuyo funcionamiento, reparto en función de las necesidades, mantuvo al ser humano en la miseria miles de años y sin que su versión autodefinida “científica”, haya mejorado en nada los resultados de las sociedades liberales. Fue precisamente el liberalismo el que impulsando los beneficios de la revolución industrial y los posteriores avances tecnológicos los que han propiciado incesantes mejoras de la calidad de vida de tal manera que en menos de trescientos años el crecimiento ha infinitamente mayor que el de los miles de años precedentes. Hasta ese momento el estado natural del hombre era el de la pobreza.

Es ya un lugar común que cierta socialdemocracia escasamente socialdemócrata afirme que tienen que pagar más los que más tienen. Siempre lo harán, porque incluso a igualdad de porcentaje de pago sobre la renta percibida, el resultado será que tendrá mayores cargas fiscales quien más gane. Si una parte de la izquierda dedicara tanto tiempo en pensar soluciones funcionales para la economía como el que dedican al alumbramiento de falacias la disciplina dispondría de aportaciones muy valiosas. En todo caso para aclarar definitivamente los conceptos gubernamentales la Vicepresidenta económica ha irrumpido hace un par de días para completarlos después con impagable sinceridad: la prosperidad de los ciudadanos se basa en la subida del salario mínimo, que pagan las empresas, y en las prestaciones asistenciales y subvenciones que proporciona el Estado (que salen de los impuestos). Una visión de la prosperidad ciertamente roma que define a la perfección el socialismo, someter fiscalmente a los más productivos para promover grupos sociales dependientes del presupuesto, lo que nos sirve a la vez para, por fin, poder entender también lo que es realmente el neoliberalismo, al menos de modo dialéctico: todo lo que no es socialismo. A partir de ahí la cuestión es elegir cuando se vota, porque una vez determinados los elementos esenciales de cada sistema se puede evitar que caigamos en la trampa de las palabras. Una antigua expresión decía que para justificar que se ahorque a un perro antes hay que llamarlo loco, en estos tiempos para deslegitimar a priori cualquier proposición se califica de neoliberal.

Por eso el Presidente del Gobierno ha aprovechado la coyuntura, el de Su Majestad británica seguro que habrá tomado debida nota de la “finezza” presidencial, para criticar la equivocada propuesta económica del Gobierno británico, que por cierto nada tiene de neoliberal. Todo lo contrario, elevar el gasto público otorgando subvenciones es socialismo de manual, el problema es que se ha querido combinar con una rebaja fiscal, resultando un contrasentido tan evidente que solo un grave estado de confusión ha podido engendrar semejante despropósito. No obstante, resulta irónico que desde el socialismo se critique la falta de disciplina fiscal y la inestabilidad monetaria cuando su permanente apuesta por el déficit y la liquidez ilimitada de dinero forman actualmente parte irrenunciable de su identidad ideológica. En las circunstancias provocadas por el Gobierno británico la libra se ha visto depreciada en los mercados por razones perfectamente lógicas, pero para este caso no cuenta la guerra de Putin, ni los especuladores y tampoco las crueles leyes que rigen dichos mercados, eso es para cuando gobiernan los otros. Y lo dicen quienes asisten al desplome del euro causado por el BCE que ha estado proporcionando dinero a interés cero a costa de los ahorradores que no han recibido nada por sus depósitos para beneficio de los estados, el mejor bolsillo sin duda, que se han financiado gratis durante años para generar deudas públicas ingentes, y disparado la inflación, cuyo oneroso pago, finalizada por agotamiento la orgía monetaria, empezará a ahogarnos en muy poco tiempo. De momento el proyecto de presupuestos de nuestro Gobierno supone que la deuda pública ya consume el 6,9% del gasto total previsto, la insignificante cifra de 31.275 millones de euros. Antes de lo que pensamos empezaremos a recordarla con nostalgia.

José María Sánchez Romera

 

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