Foto y texto Javier Celorrio
El verano no determina irse y el aire cada mañana, mas que invierno, pareciera anunciar la primavera, cuando sería natural que el clima mostrará ya alguna ráfaga de viento frío, que por ahora no se ha manifestado. El sol deslumbra los azules, los blancos, hasta los tostados por la sequia chorrean oro. Es cierto que estamos en en veranillo de san Martín, no hay que olvidarlo, y que nuestro territorio abrigado por la sierra que hace, en su hemiciclo, de parapeto y muralla al frío del norte, procura que el sol torre el ambiente si es que al marengo poniente no le da por soplar. No obstante, las noches siguen sin apuntar la humedad acostumbrada por estas fechas y esto es lo único singular que habría que anotar, aparte la escasez de lluvia que, aunque siempre la ha habido, se hace mucho más patente y necesaria en cuanto al aumento de la población desde hace años por la llamada del turismo y a la expansión tremenda de la agricultura basada en especies tropicales necesitadas de regularidad en el riego. El problema sería menor, si el crecimiento hubiese ido paralelo a las facultades necesarias para el mismo, por el contrario la previsión con su consiguiente planificación ha brillado por su ausencia. Pero así es el mundo: beneficios a corto plazo para buscadores de fortuna cuya divisa es: «Y los de atrás que arreen». Y ahora les toca el turno a los de atrás que siguen pensando que el albondigón continúe. A este paso es el hongo atómico lo que va a crecer. O esa predicción de J.J. Benítez que advierte que el mundo tiene fecha de caducidad en 2027. ¡Qué fuerte! ¿no?
Apuntes
Desde el mar la costa en un friso de cemento bajo el que se pierden las peculiaridades del paisaje bajo totum revolutum arquitectónico (toda esa mescolanza parece salida del pulso quebrado de arquitectos sin tino, sin criterio y con mucha hucha que llenar). Todos quieren vistas al mar convirtiéndolo en la mierda que gusta a las moscas.
La quinta temporada de The Crown, pese a las críticas adversas, me parece la mejor de las dos últimas: un mejor guion, una mejor interpretación y deja la sensación de vaciedad de la institución royals frente al siglo XXI. Es acaso más política y menos rosa. «Un mundo, unas cortes, donde el máximo valor es la apariencia y el máximo dolor no es la ignorancia, ni la esterilidad moral, es un mudo fracasado«. Lo que sé de los vampiros.
Releo «Lo que sé de los vampiros» de Francisco Casavella. El autor murió demasiado joven, 45 años, pero ha dejado una obra que lo distingue en el panorama de su generación llamada Nocilla, nombre que se debe a la trilogía de novelas llamada Nocilla Project escrita por Agustín Fernández Mallo. En la relectura descubro matices que pase por alto en la primera lectura. Suele ocurrir. Muchos personajes satélites van acompañando al protagonista en sus andanzas mostrando como la concisión en la descripción de los mismos pueden abrir puertas en un excelente narrador. Baroja, Galdós desde ellos a Casavella ha pasado mucho tiempo y el último nos atrapa también. Claro, que de este autor conozco solamente esta su última novela.