Al hilo del tiempo/ Un día después de agosto (1 de septiembre)

 

Como cada año vuelve el clásico del «Día después de Agosto». Sea que vuelve septiembre y lo que pasó en agosto se queda en agosto como manera de echar el telón a algún jolgorio de la after adolescencia. Pero ocurre que en este agosto post pandemia (dicen), aparte del calor severo, no ha ocurrido nada que no pueda contarse a la biografía oculta. Ya hay que hacer acopio de memoria de otros veranos de cuando éramos bellos y malditos. Un amigo me dice que estos veranos resultan pesados e incómodos. Le replico que la edad es lo pesado e incómodo y nos hace exagerar demasiado la molestia que nos provoca ese gentío que pasean los paseos, aunque reconozco que tienen las miradas tristes y movimientos de autómatas en el andar.

A L le provoca el día después de agosto un subidón de energía, dice que es como volver a esos veranos que recuerda en el pueblo: los primeros membrillos, las lumbres de la candelaria, el primer aire fresco que anuncia el otoño. También dice que le recuerda su primer amor. Todos nos quedamos algo confusos al confesar que fue un chico. El juego de miradas de unos a otros viene porque hasta ahora nadie conocía que fuese bisexual. No obstante, excusa esa primera vez, que dice única, como una experiencia de adolescencia. Es el típico flotador que se lanza cuando alguien quiere salvarse de un lapsus de sinceridad. Si se ha leído a Proust se entiende que a la primera vez sucedieron otras. Acaso necesitaba soltar ese lastre, pero al recoger con tanta urgencia la red solo lleva pecios de antiguos naufragios en la pesca. Las lapas seguirán pegadas a la roca.

Septiembre también me recuerda un final de verano en el que leí «La Isla de Arturo» de Elsa Morante. Azul y salitre por todas partes. Alguien, no sé quién, decía que el mediterráneo, al contrario que el atlántico, no huele. Será una boutade. Ahora leería a Arturo, pero lo presté a una amiga y está lejos. Me lo devolverá en abril cuando la vuelva a ver. Encontrar un ejemplar es casi imposible al estar descatalogado hace tiempo. Lo bueno del libro electrónico es que siempre lo tienes en el e-book; no se pierden, no se presta, no ocupa lugar.

Leo en una revista que cuando comes una fruta por primera vez en el año, tienes que pedir un deseo. Septiembre nos traerá el membrillo, granadas y acerola… no recuerdo ahora ninguna más… ¡Ah! los higos y las uvas, pero es que con tanta aceleración de vida que llevamos ya lo probamos en agosto y entonces no sabía nada de ese asunto de los deseos. Con eso de las prisas ocurre lo mismo en los paseos y es que la gente parece urgida hacia algo que pareciera irse, perderse… El tiempo es lo único que perdemos.

Foto y Texto: Javier Celorrio

 

 

 

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