Termina un año adverso en el que un enemigo invisible, un virus diez mil veces más pequeño que un milímetro, ha sido capaz de cambiar nuestro tranquilo mundo, desestabilizando y ¡de qué manera! nuestras ordenadas vidas y nuestras sólidas economías.
Hace un año estábamos celebrando la Navidad y el Año Nuevo confortablemente confiados en una sociedad hiperprotegida, sin sobresaltos que perturbaran nuestra segura comodidad cuando hete aquí que a finales de febrero empieza un goteo de noticias sobre el «nuevo coronavirus de Wuhan» que hacen saltar las alarmas y comenzamos a ser mínimamente conscientes de que no éramos tan intocables, al contrario, con el paso del tiempo nos sentíamos cada vez más frágiles y no solo a título individual, sino también, y de manera mucho más grave, a título colectivo. Nunca sospechamos que la globalización era también esto: que un microscópico elemento pudiera transmitir su capacidad de destrucción hasta el último rincón del planeta. No lo vimos venir, no estábamos preparados y hemos pagado nuestra soberbia con esa gran cantidad de muertos en todo el mundo y el colapso de nuestro sistema económico.
No obstante es sorprendente la rapidez con la que hemos adoptado y realizado cambios radicales en nuestros hábitos cotidianos, forzados por las circunstancias, claro, pero dando un giro de ciento ochenta grados a nuestras rutinas. ¡A nadie se le olvida la mascarilla al salir de casa! Hemos descubierto la incomodidad, de los efectos negativos del aislamiento, de la dureza de las nuevas condiciones de vida, hemos comenzado a ver cosas que, hasta este momento, eran invisibles para la mayoría y uno de esos hallazgos, quizá desconcertante, es nuestra sorprendente vulnerabilidad. Sería deseable que aprendiéramos que esa mezcla de prepotencia, desmesura, soberbia y orgullo que desprecia o ignora lo que nos limita, no ha sido buena consejera y no debe volver a serlo.
Una de las principales secuelas que está dejando esta crisis es la alteración de actitudes y comportamientos cuando hemos descubierto que las condiciones de vida pueden sufrir también por elementos ajenos, en gran medida imprevisibles. Mientras que otras pandemias han tenido un efecto igualador, ésta ha producido más desigualdad acentuando, por ejemplo, los desequilibrios económicos entre los sectores tradicionales de fragilidad en el empleo ( jóvenes, mujeres, inmigrantes, mayores de 50 años, etc ) a los que se han unido los que dependen de una estructura productiva que se ha demostrado frágil, véase autónomos y pequeños empresarios vinculados especialmente con el turismo ,el comercio minorista, el ocio, mientras que no se han visto afectados económicamente otros colectivos como trabajadores del sector público, teletrabajo, banca,… Se han tomado medidas pero han sido a todas luces insuficientes y no ajustadas a la realidad.
Dice el poeta García Montero que “La experiencia es una sabiduría que nace de lo que se pierde o de lo que se está a punto de perder”. Me pregunto si hemos aprendido lo suficiente de esta dura experiencia que nos haga ser más responsables en el futuro, para que nuestra sociedad no pierda su factor humanitario, no se olvide de la importancia capital de cuidar el medio ambiente y cuidarnos a nosotros mismos responsablemente y además sin dejar de prestar atención a la virtud de la equidad social.
Todos somos conscientes de que en esta terrible crisis sanitaria, económica y social ha habido, y sigue habiendo, descoordinación entre administraciones, opacidad, evasión de responsabilidades, que ha sobrado política y ha faltado pedagogía por parte de nuestros dirigentes y cansancio, fatiga, incertidumbre , incivismo a veces, por parte de la ciudadanía pero a pesar de todo ello no tenemos que desesperar jamás, antes bien, confiar en la ciencia (lo estamos percibiendo en estos últimos días con la administración de la esperanzadora vacuna) y apostar decididamente por la cooperación y la solidaridad entre todos pues nos va la vida en ello.
Creo que el alivio de decirle adiós a este año está justificado y vamos a darle la bienvenida al año 2021 que deseo de todo corazón saludable e ilusionante para todos.