EL envés de marzo / El Envés Editoras

EL envés de marzo / El Envés Editoras

 

“…cuanto más lista, más rebelde. Ponedle puertas al ingenio femenino y saldrá por la ventana; cerradla y saldrá por el ojo de la cerradura; tapadlo y saldrá con el humo de la chimenea”.
Rosalinda en As you like it
William Shakespeare

Se mezclaron con el humo. Los cuerpos quedaron reducidos a ceniza, pero la fuerza de sus reivindicaciones se hizo férrea y se elevó por el éter, expandiéndose desde Washington Square, desde el corazón mismo de Manhattan, por la ciudad de Nueva York, primero, por el resto del país, después. Atravesó continentes y no contento con ello, supo vencer al tiempo y sus calamidades. El grito de aquellas voces perdura aún como un eco insistente ciento sesenta y cuatro años más tarde. Decidieron hacer huelga y se encerraron en su lugar de trabajo. Reivindicaban la reducción de la jornada laboral, salario igual al que percibían sus compañeros y mejores condiciones laborales, ¡qué cosas! El dueño de la fábrica atrancó puertas y ventanas y dejó que las llamas desinfectaran su codiciada propiedad y purificara el ambiente.

Encontraría con facilidad otras ciento veintinueve mujeres que continuaran el proceso productivo de la Cotton Textil Factory. Era un 8 de marzo de 1857. Hoy en plena era tecnológica, arrancando en este futuro que comienza a palpitar fuerte, salimos a la calle en la misma fecha, gracias a Clara Eissner que, en el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas, que tuvo lugar en Copenhague en 1910, consiguió, junto a Käte Duncker, que se aprobara la propuesta de conmemorar un “Día Internacional de la Mujer” o “Día de la Mujer Trabajadora”, para entonces Clara ya se apellidaba Zetkin.

Celebramos un obituario que ha convertido a marzo en el mes de la reivindicación, pues aún hay motivos para encerrarse en el lugar de trabajo, para gritar y que la voz resuene por todo el mundo. Y arrancamos el primer día del mes celebrando el “Día de la Cero Discriminación”, como si la discriminación fuese un término anacrónico, en desuso, como si el género humano hubiese conseguido algo tan grandioso como eliminar del vocabulario, y por ende del uso, una vergüenza más. El 11 de marzo es el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, y el terrorismo es un concepto más amplio de lo que establecen gobiernos cuya política internacional está en tela de juicio; el 14 de Marzo es el Día del Número Pi, el Día Internacional de las Matemáticas, y quizás no mucha gente haya escuchado hablar de Marie Sophie Germaine, a quien su padre encerró desnuda y a oscuras para que desistiera de su obstinada idea de estudiar los números, pero el ingenio femenino le permitió volar con el humo. Hizo real un anhelo (“Un número primo p es un número primo de Sophie Germain si 2p + 1 es también un número primo”). Con nombre de varón elaboró una teoría que resolvió el matemático Andrew J. Wiles y por lo que le concedieron el Premio Nobel en 2016.

El 18 de marzo es el Día Mundial del Sueño y, sin duda, dejaremos que nos conduzcan ensoñaciones, por ejemplo, la ambición de que un mundo diferente es posible; el 19 celebramos la onomástica en honor a ese padre putativo y paciente que fue José de Nazaret; el día 20 es el equinoccio de primavera y, como no podía ser de otro modo, celebramos el Día Internacional de la Felicidad, así que sonreiremos como niños, como niñas que nada tienen que temer; el 21 es el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Una entelequia. En África desaparecen de los colegios las niñas por centenares, se las llevan impunemente, sin más, mientras, el otro mundo recita versos, porque es también el Día Mundial de la Poesía, y quizás consigamos volver por un ratito a nuestra infancia feliz en una plaza pública y entusiasmarnos con unos sencillos títeres de cachiporra, es el Día Mundial de la Marioneta. El 24 es el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, pero sabemos que el ser humano pierde su dignidad en el momento en el que se convierte en víctima y en el concepto verdad, mejor ni detenernos; el 25 es el día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos. El trabajo en servidumbre, el trabajo forzoso, la explotación sexual, la trata de personas, el trabajo infantil, el matrimonio infantil y forzado, son seis ejemplos de la esclavitud moderna, en los que casi siempre mujeres y niñas son las protagonistas. El 27 es el Día Internacional del Teatro, la Hora del Planeta, el 30 es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar y el Día Internacional de la Visibilidad Transgénero… Sin mencionar otras múltiples y variadas celebraciones más.
Cada día festejamos algo que nos recuerda lo que fuimos, lo que somos, pero, sobre todo, con más o menos acierto, lo que nos gustaría ser, una sociedad sin discriminación, igualitaria, justa, digna.

Desde El Envés Editoras, en este mes del equinocio de la primavera queremos sumarnos a ese despertar a la luz, recomendando los textos de Clara Campoamor (La revolución española vista por una republicana; El pensamiento vivo de Concepción Arenal; El voto femenino y yo. Mi pecado mortal; La forja de una feminista; La mujer quiere alas y otros ensayos… reeditadas todas por Renacimiento en su colección Espuela de plata), Margarita Nelken (La mujer ante las cortes constituyentes. Reeditada por Renacimiento). Rosa Luxemburgo (Escritos Políticos. Barcelona: Editorial Grijalbo. 1977. Reforma o revolución (2015). Madrid. AKAL) y dos libros de testimonio que nos dibujan la realidad de una España que pudo ser, desde un punto de vista femenino: Doble Esplendor de Constancia de la Mora y Memoria de la Melancolía de María Teresa León.

Palabras de mujeres que intentaron con su lucha mostrar la tara de una sociedad que ignora a su otra mitad, pero, fundamentalmente, lucharon por erradicar tan abominable lacra. Aprender de aquellas pioneras supondrá no dar jamás un paso atrás y entender que el feminismo es algo mucho más profundo:
Soy feminista; me avergonzaría no serlo, porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar como persona en la obra total de la cultura humana. Y esto es lo que para mí significa, en primer término, el feminismo: es, por un lado, el derecho que la mujer tiene a la demanda de trabajo cultural y, por otro, el deber en que la sociedad se halla de otorgárselo.1 MARÍA DE MAEZTU

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