El verano ha llegado este lunes, 21 de junio, de manera oficial. En España. El cambio de estación se ha producido exactamente a las 05:32 horas (hora peninsular) y durará 93 días y 15 horas hasta el miércoles, 22 de septiembre.
Pero en el calendario festivo, es el 24 de junio con San Juan el que inicia la agenda de celebraciones veraniegas, que un año más se verá restringido a causa de las medidas adoptadas por razones sanitarias a causa de la pandemia.
Y es que si hay celebración que marque la tradición de los sexitanos es indudable que la noche de San Juan lo marca a fuego y agua. De tiempo inmemorial ésta cita de toda la población con el mar es ineludible, al igual que lo es la procesión del quince de agosto o el Paso en su Semana Santa. Si un almuñequero se encuentra lejos de su pueblo, seguro que en estas tres fechas su recuerdo tintará de nostalgia la jornada.
Las hogueras, el lavatorio de cara en el mar al punto que dan las doce del 23 y empieza la madrugada del 24, el bollo de San Juan, las brevas y el salitre de esa noche a la orilla del mar son sin dudarlo marca Almuñécar de la tradición más castiza de este pueblo bimilenario que inicia el verano en esta fecha y lo acabará allá por el quince de agosto (según tradición de tiempos pasados a partir de la festividad de la virgen de la Ascensión los nativos daban por terminada su temporada de baño).
Pasar toda la jornada en la playa es lo habitual, abrigado el amanecer por las ascuas de la lumbre que se reanimaran con la salida del sol siguiendo la fiesta, entre baño y baño, hasta la anochecida cuando es hora de recoger bártulos y regresar cada mochuelo a su olivo.
Indispensable en la gastronomía del día el famoso bollo de San Juan, parecido al hornazo granadino del día de San Marcos, con uno o dos huevos engarzados en la parte de arriba bajo una cruceta también de harina y que suele tomarse en el desayuno o en la merienda. Las moragas de sardinas o arroces y guisos de choto o pulpo, estos últimos ya con la preparación traída de casa eran platos típicos, y digo eran porque cada vez son los menos quienes siguen esta tradición sustituida por el típico fast food de burguer o pizzerias.
La Leyenda
La madrugada del 24 de junio, día de San Juan, es una fecha en la que numerosas leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; braman los cuélebres (dragones) y vuelan los “caballucos del diablo”; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados en la oscuridad de la noche y en los matorrales; las gallinas y los polluelos de oro, haciendo ostentación de su áureo plumaje, tientan a algún que otro incauto codicioso a que les echen el guante; las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes (buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se remueven en las entrañas de la Tierra y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos, pobre; el rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas…
En definitiva, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que nos sepamos.
Esta noche se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las dimensiones mágicas de la realidad. Es la noche en que los entierros arden, el Diablo anda suelto y los campos son bendecidos por el Bautista. En la mañana, muy temprano la gente se lava el pelo y la cara con las aguas bendecidas y comienza a llamar, tres veces consecutivas:
La noche y el amanecer, están dedicado a San Juan en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada, en la que todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen y profunda funcionalidad cultural. La fiesta no es específica de localidades concretas, sino que se extiende por toda Europa con diversas variantes.
Un personaje–símbolo de la cristiandad y un astro presiden la celebración. Por una parte el Sol que, según la tradición popular, sale bailando al amanecer del día 24. Por otra parte el santo de la fecha, San Juan, encargado de dotar de sacralidad a la fiesta, pero que no ocupa lugar central en los rituales.
Contando con el Sol y San Juan como componentes básicos de la celebración, en la noche y el amanecer sanjuaneros los hombres manipulan diversos instrumentos simbólicos con la finalidad de luchar contra los distintos males que perjudican a los humanos, a sus actividades y a sus bienes a lo largo del año.
Fecha de transición astral que anuncia diversos cambios en la naturaleza equivale a una ruptura de orden cósmica propiciadora de emergencias del inframundo. Por eso la noche de San Juan es noche de brujas, entes que pueden provocar numerosos males a los humanos.
La Noche de San Juan, la de las tradiciones mágicas, se caracteriza por la multitud de hogueras que iluminan la noche. Los ciudadanos arrojan a la hoguera antes de su encendido pequeños objetos, conjuros, deseos e incluso apuntes del curso con el objetivo de hacer desaparecer los malos espíritus.
La tradición de enramar las fuentes está relacionada con la prosperidad, la abundancia y la fecundidad. La tradición dice que al amanecer del primer día de verano, las mujeres recogían de las fuentes la flor del agua con la esperanza de encontrar pareja, concebir hijos o hacerse con poderes curativos. Al amanecer, cuando las mujeres iban a la fuente, se cantaba a la flor del agua.