En la década de los 90, Alemania fue zarandeada por uno de los mayores casos de abuso sexual a menores. Una red de pornografía infantil en la ciudad alemana Worms quedó al descubierto, un entramado en el que un mínimo de quince menores, ocho niñas y siete niños, sufrieron abusos sexuales. Por aquel entonces, fueron detenidos veinticuatro adultos que abusaron de sus propios hijos y familiares sin ningún tipo de pudor. El proceso se inició porque las víctimas denunciaron tales hechos. Eso sí, los juicios fueron un auténtico espectáculo de acusaciones, irregularidades, demandas y un largo etcétera. Cualquier persona interesada en este suceso puede consultar en las hemerotecas.
El escritor y ex abogado alemán, Ferdinand von Schirach, ha rescatado y adaptado a nuestra época de locura tecnológica este caso de pornografía infantil con un guion que ha dado lugar a la miniserie de televisión “La acusación”. Dirigida por el austriaco Daniel Prochaska (2020, La casa del miedo), la serie de siete capítulos sigue los pasos de un peculiar abogado que no está pasando por su mejor momento. Especializado en la defensa de los acusados, Schlesinger contará con la ayuda de una mujer llamada Azra, un personaje que esconde un pasado turbio y que no duda ni un solo segundo en despejar el camino con un objetivo muy claro. El problema al que se enfrentan tanto ellos como el resto de abogados, fiscales, peritos, jueces e implicados; es la masa enfurecida e irracional que inunda las redes sociales y los medios de comunicación más tradicionales con sus mensajes de odio y opiniones que luchan por tener la razón. Hace algunos años, cuando las redes sociales todavía no habían hecho de este mundo el estercolero que es hoy, los medios de comunicación tradicionales ya se ocupaban de hacer juicios paralelos. ¿Cómo? Sí, un juicio paralelo se produce cuando estos medios de comunicación, y ahora también las redes sociales, comienzan a exponer todo tipo de juicios de valor, valoraciones y apreciaciones sobre los implicados en cualquier proceso judicial, dando origen a una sentencia entrecomillada de culpabilidad o inocencia y, por supuesto, pisoteando así la presunción de inocencia. Todo sea por conseguir seguidores o por la audiencia en televisión. Resumiendo, lo que diga el juez les importa un pito.
“La acusación” consta de una única temporada y los capítulos tienen una duración aproximada de treinta minutos. No hace falta más para exponer el problema de nuestro tiempo. Me explico. Si bien la serie tiene como historia principal el abuso sexual a menores, el guionista y director usan este suceso para avisar al telespectador de la dificultad que tenemos para distinguir la verdad de la mentira, sobretodo en este tiempo que nos ha tocado vivir en el que todas las líneas se disuelven y desaparecen. Todo pasa muy rápido y ya no importa profundizar, pararse a pensar antes de abrir la boca. Titulares de prensa engañosos, noticias con más grasas saturadas que una hamburguesa premium de alguna cadena de comida rápida, opinólogos, etc. Lean a Zygmunt Bauman o a Byung-Chul Han y, por favor, piensen antes de dar su opinión en Twitter. O mejor aún, no digan absolutamente nada e inviertan el tiempo dedicado a Twitter en ver “La acusación”.
Isaac Cabrera Bofill
Lcdo. Ciencias Políticas y Administración