Estos zapatos de fiesta acompañarían, acaso, los pasos de una princesita que acabaría rota y loca una vez que nunca apareció el príncipe del cuento. Luego pasearon el suelo de un sueño trans de carnaval. Hoy yace su historia, anónima como es el recuerdo de una difunta olvidada, sobre la manta de un mercadillo. Los miramos indiferentes ante la ilusión que provocó en su día. Hoy es la cubierta liviana de unos pies que bailaron antes de que el tango naufragara. Puede que la historia acabara bien, pero llegar a la almoneda como calderilla no apunta que su existencia fuese prodigiosa, admirable o poco mas que una vida corriente o equívoca. Y no obstante, tiene argumento capaz de ser contado por ese deseo que, intuimos, permaneció insatisfecho toda la vida.
