Mientras el ritmo de vacunación sigue siendo el que es, las restricciones cambian por día, y los ciudadanos, sí o sí, tenemos como deber salir con propia precaución del galimatías estatal con respecto al contagio y sus regulaciones.
La vacunación del 60% de la población para este verano se antoja utópico ( la estación veraniega es larga y nadie se moja a la hora de especificar si esa cifra será al principio, al final o entrambos), pero lo cierto es que todo indica que una cuarta ola habita entre nosotros y a este respecto hay que endurecer las medidas.
Para eso está el BOE al servicio del Ministerio de Sanidad. Y ahora, la California europea, sin Hollywood como industria que amortigüe el eterno verano, vuelve a ser con su tipismo por bandera quien debe asumir los mayores costes en sus herramientas de seducción: el turismo.
«Y en plena Semana Santa, cuando la mayoría de la población esperaba una relajación de las medidas Covid en Andalucía, llega una noticia desde el Gobierno de España que señala todo lo contrario. Y es que todo hace indicar que el inicio de la cuarta ola ya es una realidad, por lo que desde el Ministerio de Sanidad quieren adelantarse y evitar que sea tan virulenta como la tercera. Así, según ha publicado el BOE, la mascarilla pasa a ser obligatoria en todos los espacios al aire libre aunque haya distancia de seguridad, por lo que será necesario utilizarla en lugares como las playas, piscina y campos de Andalucía». Así recogen los periódicos y añaden que si hasta ahora «la mascarilla era obligatoria al aire libre siempre y cuando no se pudiera asegurar una distancia mínima de metro y medio con el resto de las personas, pero esta protección no había que ponérsela en espacios abiertos como en las toallas de las playas y las piscinas, ya que el grupo más cercano debía estar al menos a la distancia anteriormente explicada, ahora todo eso da igual y ,sin menoscabo del metro y medio de distancia entre personas, será obligatorio llevar siempre la mascarilla».
Hasta el momento, parece improbables, que el virus se haya hecho variante en versión anfibia, pero no digamos que el Covid no pueda beber de ese agua, y si lo hiciera quién sabe si en las próximas vacaciones las mascarillas de látex, absolutamente herméticas, serán de obligado uso para el chapuzón.
Tenemos claro que hay lugares donde la distancia exigida en otros espacios es perfectamente inexistentes en medios de transporte como ejemplo autobuses, trenes, aviones o ambulancias públicas. Y también tenemos claro que navegamos con timoneles que culpan al cabotaje de su impericia, como si el hecho de aguantar tanta torpeza a la hora de conducirnos en la tormenta no fuese ya un suplicio de Gólgota.
Ellos, la política de aluvión, siguen hablando de sus quisicosas en ese batiburrillo que dicen había en aquella torre de Babel y cuando la situación angustiosa lo requiere mandamos a Simón a que relativice el mogollón del virus de esa manera errática que solo él sabe hacer.
En tales situaciones, recuerdo ese chascarillo de aquella familia, henchida de felicidad cuando se enteran que a unos de sus hijos lo han nombrado ministro de qué sé yo. La abuela, sentada en un rincón entre tanto regocijo familiar, muestra un semblante triste y preocupado. Entonces, la más dicharachera de tan exultante familia, se le acerca para inquirirla sobre ese gesto adusto que no disimula la anciana.
Supongo que la yaya, venida de muchas batallas y sabidurías varias, mira con desprecio a la impertinente para a continuación argumentar que no está triste por el nombramiento del nieto, pero lo que realmente la apesadumbra es que si en el estricto núcleo familiar se sabía de la tontuna del mozo, ahora todo el país va a ser partícipe de ello.
Helá¡¡¡, ella que viene brincando por las montañas.