Subvencionar: la solución que agrava el problema / José María Sánchez Romera

 

Vivimos una época en que las palabras causan el mismo efecto que los flashes de las cámaras: deslumbran. Se trata de algo buscado, en especial las palabras de los políticos, que no buscan transmitir ideas o dar a conocer hechos sino confundir a la gente cegando su entendimiento. No es la antigua propaganda de la mentira o la exageración, lo que se trata es de desorientar al receptor de los mensajes, que no sepa dónde está para llevarlo de modo constante de un lado a otro con la desinformación y nunca termine de saber cuando está siendo engañado.

El Gobierno empezó la semana con el manido quiasmo extrema derecha-derecha extrema dirigido a los camioneros más rebeldes y la ha acabado declarando a España “isla energética”, una versión tecnológica de “La balsa de piedra” de Saramago. Con parte del Gobierno (Podemos) desmarcándose oportunamente de la satanización de los transportistas, la otra los usó para personalizar el mal como si fueran burgueses cuya evocación alimentaba el siglo pasado todo proceso revolucionario. El viernes nadie había dicho nada y la acusación de extremismo, ni con el adjetivo detrás ni con el sustantivo derecha delante, no fue más que una psicofonía escapada del pasado.

Pero todo lo que puede ir a peor no pierde su oportunidad, el conflicto se ha cerrado en falso con una serie de subvenciones y ayudas que solo agravarán los problemas. El Gobierno queriendo salir como fuera del descalzaperros al que sus propias insidias lo han llevado y las patronales “representativas” del sector no pudiendo salir de la negociación sin algo con que justificar su desmarque de los huelguistas, no han podido elegir peor camino que arreglar el problema a base de que el Gobierno les dé con una mano lo que con otra nos quita a todos, incluidos los firmantes del acuerdo. Dejamos de lado la ironía que constituye que un partido de izquierdas institucionalice la protesta en los despachos para ignorar al “pueblo” que es, según su cosmovión del movimiento político representativo, el que ocupa la calle.

En “La economía en una lección” de Henrique Hazlitt se puede leer: “Resulta que cada persona en su papel de contribuyente, se subvenciona a sí misma en su papel de consumidor. Y resulta un poco difícil determinar en este laberinto quien subvenciona a quien”. Y así ocurre en este caso, lo que los transportistas van a pagar por un combustible elevado a precios de artículo de lujo por las cargas impositivas que soporta, se le va a devolver en una parte bastante menor por el Gobierno y va a distorsionar todavía más el sistema de precios que es el problema que se pretende solventar. No se puede decir que el pacto sea la obra de un genio y el resto de los usuarios seguirán pagando una altísima imposición agravada por el imparable efecto de la inflación que los gobiernos han creado. Y a buen seguro que ya se adoptará alguna medida que de forma poco perceptible compense las subvenciones que se dicen que se van a dar (algo que está por ver en su resultado final). Dicho de otro modo: eso no lo va a pagar el Gobierno, el Gobierno nunca paga nada, sino que lo pagarán los contribuyentes por medio de otras disposiciones de tal manera que no haya una merma final en la recaudación.

Porque cuestión de fondo que preocupa al Gobierno, unido a su indeclinable idea de que los impuestos tienen que ser muy altos, negándose a bajarlos como cuestión de principio, son los presupuestos que diseñó bajo crecimientos del PIB irreales que arrojaban como resultado un déficit menor del que al final resultaría (el santo temor convertido al déficit convertido en rendida pasión por él). Dado que el PIB en términos nominales va a experimentar un incremento inesperado a causa de la inflación, el Gobierno por supuesto lo va a utilizar de manera triunfalista porque no va a descontará ese efecto inflación. Y a la vez, de nuevo el efecto inflación, le va reportar unos incrementos en la recaudación que también le van a permitir maquillar el déficit que tenia asegurado porque el crecimiento previsto de la economía en los presupuestos estaba claramente inflado. Y aunque eso vaya a evitar el resultado final porque la inflación solo trae pérdida de poder adquisitivo y por tanto pobreza, con los flashes de esas cifras macro tratarán de cegarnos en el momento en que se convoquen elecciones.

 

También podría gustarte