… y Las sandalias del pescador (2) / José María Sánchez Romera

En toda agresión armada sin previa provocación hay un acto de cobardía. El atacante lo hace porque se siente más fuerte y no contempla su derrota sino infligírsela, al contrario. De no creer en el éxito de su acción se abstendría de llevarla a cabo. Por consiguiente, no puede existir ningún dilema ético a la hora de tomar partido entre un país invadido, en la medida que es más débil y por eso víctima del acto de fuerza, y el que perpetra la acción violenta amparado en su ventaja.

En el año 1.963 Morris West publicó su novela “Las sandalias del pescador”, más tarde llevada con gran éxito al cine en 1.968. Los dos grandes hitos del libro son la elección de un Papa ucraniano salido poco tiempo antes del gulag soviético y una inminente conflagración mundial que China amenaza con emprender si no se la ayuda a superar la hambruna sufrida por el país asiático. La mediación del Papa Kiril I junto con el dirigente comunista de la URSS, su antiguo carcelero, disuaden al líder de los chinos de sus intenciones bélicas y se comprometen a buscar una solución a los padecimientos de esa nación. Para confirmar la sinceridad de la intermediación del Vaticano el Pontífice adopta una decisión inaudita: pone a disposición del pueblo chino todos los bienes de la Iglesia para paliar su miseria. El Papa, ante el escándalo de sus cardenales y la aclamación del mundo, daba trigo en vez de predicar, calzándose con todas las consecuencias las pesadas sandalias de Pedro, el pescador de almas.

Suele decirse que hay gente visionaria que se adelanta al futuro y en ese sentido Morris West se habría anticipado a la historia de la elección de un Papa proveniente de detrás del Telón de Acero. No hay tal, la ficción opera las más de las ocasiones sobre bases reales que crean situaciones posibles. Algunas veces ocurren cosas parecidas a las imaginadas por alguien simplemente porque se da una confluencia de hechos que hacen realizable lo imaginado. El futuro es un concepto inmaterial, una proyección mental creada desde nuestras propias circunstancias, y solo puede anticiparse que algo tiene potencialidad para materializarse en tanto que hipótesis construida sobre hechos reales y conocidos. De forma similar, la historia no tiene leyes, no está determinada por su evolución, y no se concreta sino en función de decisiones y acontecimientos de causas casi infinitas que resultan de todo punto imprevisibles. En los dos casos el encuentro entre la narrativa, sea por motivos literarios o producto de la reflexión intelectual, y los hechos posteriores solo puede ser casual.

Pero como decimos la preexistencia de unas determinadas circunstancias pueden confluir para que entre lo que se imagina y lo que ocurre se produzcan coincidencias o paralelismos. Hoy día nos encontramos en medio de un seísmo histórico que en cierta forma alguna forma evoca o reconduce a la historia inventada por Morris West y nos permite extraer algunas lecciones. La primera, que una intermediación eficaz es la que se hace con carácter previo al evento catastrófico que trata de evitarse. El inexistente Kiril I fue a ver al Presidente chino antes de que iniciara la guerra y no después de que se desataran las hostilidades porque el sufrimiento consumado no podrá ser ya revertido. La segunda es que no cabe una postura ambivalente entre quien es injustamente agredido y el agresor. Tratar de comprender algunas de las razones de quien emplea o va a emplear la fuerza con abuso de superioridad no es asumir la equivalencia entre sus pretendidas afrentas y el ataque en sí. Y tercero, hay que estar dispuesto a poner en riesgo todo lo que uno es y todo lo que tiene para que el llamamiento a la concordia desde una posición conciliadora pueda juzgarse como el producto de una convicción sincera. Solo así se puede comprenderse la inmensa responsabilidad que entraña la excepcional misión de calzar las sandalias del pescador. El compromiso con Dios, cuya existencia para los católicos es la gran verdad revelada a la humanidad, implica proclamar sin ambages los motivos del dolor que padecen nuestros semejantes y señalar públicamente que el primer responsable de restablecer la paz es el que la ha quebrado. El mismo vigor que en otras ocasiones se emplea en denunciar injusticias no tan manifiestas en sus orígenes impulsa con mayor motivo esa necesidad cuando la causa está claramente identificada. La buena fe se presume, pero acaba no siendo suficiente por sí sola cuando el tablero se inclina siempre hacia el mismo lado. El respeto por la verdad tiene que ser la primera prueba de que la fe en Dios no está condicionada por la menor reserva.

P.S.: “No a la guerra…No a la OTAN”, es una expresión falaz que quiere dar a entender, suplantando la verdad, que esa organización militar es el origen de la guerra. Habrá que señalar con toda contundencia a la OTAN cuando invada un país como Rusia ha hecho en Ucrania. Mientras tanto, el respeto a esa certeza tan elemental no debería ser incómoda para nadie sino moralmente obligatoria.

 

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