Boceto y texto Javier Celorrio 7/10/24 A la carne le llega un momento al paso de años que de gozosa pasa a triste y su piel va adquiriendo tonalidad de ceniza y como dice Sabina le son más tristes las canciones de amor. Y no valen ni potingues del conservadurismo ni última generación de la cosmética. Nos cuesta mucho admitir que un día nuestro corazón dejará de latir.
Así, el verano se ha despedido con el cansancio final de dama de las camelias; enferma, engañada por todos y con el desconsuelo ese de que la vida se devalúa por ambición y apariencias. Violeta, Margarita decidió morirse para que nacieran otras igual de hermosas y que similares a ella se desmoronaron en el viaje aunque sin leyenda. Y es que la genuina, la singular es irrepetible y el porvenir que se mira en los azogues anteriores ya va machando de humedades varias. Tenemos el caso actualísimo de la corista y el Rey.
Al caso de esto último, en la cola de la caja de un hipermercado (Terror en el hipermercado cantábamos cuando teníamos la carne de movida en movida) una señora, de esas que no sueltan el móvil ni en el excusado, le comenta a uno, este al parecer adicto a la telebasura, que Nevenka y la Rey son iguales. No señora (pienso): la primera es víctima de la pervivencia del despotismos zafio, que no ilustrado, que pervive y la segunda una saqueadora como tantas y tantos sin excusas. Entre tanto eso llamado erótica del poder afectó tanto a la hija de un rico industrial como a la entonces reina del show business nacional.
Estamos en el diván de ajado terciopelo y estertor de María Duplessi, y nuestra carne del XX se va desvaneciendo, como todas las carnes que han sido, y de la misma entropía social, política, económica que es el cáncer que mata las épocas, las civilizaciones. A ésta, a la nuestra, a la líquida le están dando radio, quimio, remedios experimentales, pero ya es metástasis que cuando no es el cóvid quien mata viene un mosquito o un artefacto digital y remata. Y eso que el vuelo de una mariposa con alas bélicas no convierta en mundial la guerra que no cesa.
Pues eso, que son más tristes las canciones de amor, y el aire lleva las notas asténicas de un piano que en sordina ambienta el jardín de los cerezos de Chejov habitado de personajes cansados y ya cercanos al detonante del incierto futuro pero que lo será cierto, pues que así es la rueda de las horas, los días…