Antes, cuando la loca juventud, veíamos el amanecer bajo el efluvio de alcoholes varios, cuerpos y mucho tabaco. Ya lo he dicho antes: los pulsos perdíos.
Hoy la noche y su farra no traspasa la madrugada, ni se hace día maquillando la mirada con cristales ahumados para seguir viendo lo oscuro en los vasos borrosos de hielo y whisky, también esto lo he dicho antes. Lo que pasa es que hoy, por decreto se han confinado el vino y las rosas y nos recuerdan, una y otra vez, que el cuerpo y la vida va en serio y que el amanecer viene descansado y aséptico sin locos sanguinarios de la mitología de dioses y diosas que hoy se han mostrado mortales y aquejados de corona vírica.
Los tiempos del amanecer como mares de sábanas en temporal han pasado y viene una celestía que retrato cuando esta viene de Rothko que es realmente el paisaje que me interesa, al igual que el retrato siempre tiende la ropa al barlovento de Bacon con colores a lo cardenalicio o azul Klein de reinona que tiende un algo a velazqueño.
O sea, que se busca en el arte lo que la vida social y política no da. Es insípida la polémica de monarquía o república, de independencia o federalismo o las boutades santurronas de credo rojo de Iglesias que parecen boleros de su homónimo el cantante.
Ya digo que no hay pulso ni en la calle ni en mi pasillo y la única fiebre que hay en el ambiente es la del coronavirus. Y para colmo nos quitan a Cayetana y su España de camisa nueva, vaquero y cinturón Gucci que siempre da un outfit elegante pero informal y luego ese mirar suyo de madrina de la copla.
Y es que hay tanta confusión que una señora en mi exposición en la Cueva de Siete Palacios le dijo a otra que las fotos estaban muy oscuras. ¡Mi arma!, están en una cueva las fotos y mi alma es un San Juan de la Cruz «en la noche dichosa en secreto que nadie me veía ni yo miraba cosa sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía».
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Qué cierto! ¡Qué lejos!
J Celorrio
