En este año tan diferente y complicado por culpa de la pandemia de coronavirus doy a conocer mi último trabajo sobre la historia de nuestro pueblo. Por razones evidentes, no voy a presentarlo en público, a la espera de circunstancias más favorables.
Entre epidemias decimonónicas de cólera y de gripe en 1918, expongo una visión histórica -y, en parte, nostálgica- de la ciudad a través de sus antiguos locales de diversión y casas de hospedaje, en especial, balnearios, fondas, posadas, campings, colonias escolares y hoteles. Una aventura que arranca hace quinientos años, con los primeros mesones y albergues, hasta los más modernos hoteles de la segunda mitad de la pasada centuria (Mediterráneo, Sexi, Montemar, Portamar, Caribe, Taramay y La Tartana, entre otros).
Ante todo, sorprende que una ciudad turística como Almuñécar carezca de una historia o guía de esos antiguos establecimientos de alojamiento y balnearios, máxime cuando desde hace una década presume de su catalogación como Municipio Turístico de Andalucía.
En este trabajo puede comprobarse la temprana irrupción del turismo en estas costas, ya fuera por recomendaciones terapéuticas o de placer, hace casi doscientos años; es decir, el turismo en Almuñécar estuvo organizado, al menos, desde mediados del siglo XIX con una oferta variada de fondas y balnearios, completada con servicios de restauración, transporte y ocio, como el teatro Novedades.
En la elaboración del estudio he contado con la extraordinaria colaboración de amistades y familiares, en numerosos casos protagonistas, que han compartido su experiencia y anécdotas vividas en aquellos locales y han puesto a disposición, además, un material gráfico de enorme valor, afectivo e histórico. Sin ellos, sin esa memoria colectiva y enriquecedora, el resultado final hubiera sido muy diferente.
Al mismo tiempo, el libro recupera instantáneas fotográficas –inéditas en muchas ocasiones- que ilustran su contenido en número cercano a las doscientas cincuenta; entre ellas, merece la pena destacar las imágenes de un estudio profesional del siglo XIX ubicado en la plaza de la Constitución y una colección de fotos de un balneario sexitano, La Estrella, que hoy ve la luz cien años más tarde; asimismo, se reproducen bastantes y excepcionales fotos de las plantillas de los diferentes hoteles mencionados y varias decenas de tarjetas postales de la época.
Al frente de esas casas de hospedaje, balnearios y hoteles hubo en distintas etapas mujeres empresarias, silenciadas en los textos impresos y cuya labor reivindico por varias razones: junto a las dificultades –cuando no su exclusión- por su condición femenina para el ejercicio de una profesión, se unieron los tópicos en la prensa y, a veces, un rechazo injustificado a su eficaz actividad emprendedora.
A través de sus páginas se rescatan las experiencias literarias de algunos célebres escritores que compartieron momentos en esta localidad –alojados en aquellos hoteles-, equipos de cine que rodaron algunas cintas en estos parajes y turistas cualificados que disfrutaron de un merecido descanso en una época en la que Almuñécar llegó a compararse con los grandes centros de turismo nacional.
Salvo alguna excepción y a pesar de su trascendencia, ninguna placa institucional recuerda la estancia de esos viajeros y turistas; tampoco se ha conmemorado el centenario de la inauguración del primer hotel, el Marina. Una nueva oportunidad para que el sector turístico reclame, por fin, sus señas de identidad histórica.
Aquella aportación ilustrada de fotografías, tarjetas postales, dibujos y folletos agiliza la lectura del texto, junto a un diseño alegre e informal, concebido en plan divulgativo. Además, los modernos centros de hostelería recuperan la frescura de sus verdaderos protagonistas, aquellos numerosos trabajadores que, con sus nombres, recuerdos y fotos, impregnan el libro con sus relatos personales. Sobresale, pues, ese aspecto humano y cercano de los personajes que hicieron realidad el turismo durante varias décadas en nuestro pueblo. A todas esas personas quiero reiterar mi más sincero agradecimiento por haberme hecho partícipe de sus vivencias, lo mejor de sus páginas.
Por último, el libro se presenta como un homenaje póstumo a mi querido e inolvidable padre, verdadero impulsor desde hace décadas de anécdotas acerca de los balnearios de su abuelo Manuel Mateos y su tío abuelo Enrique Almoguera.
Nicolás Antonio Fernández