Crónicas de San Telmo / En defensa de Sánchez, si us plau / Javier Celorrio

Obvio, que el titular es una boutade, pero que en estos meses hubiese podido tener sus razones. Y si me apuran, hasta poniéndonos coplero, de la canción de la Jurado “Ese hombre”, nos habríamos quedado con la parte de la apariencia de amabilidad, afabilidad, efusividad, bondad y divinidad de la criatura (tampoco, sin pasarse) y no con la metralla de adjetivos con que la canción termina por fusilar al individuo en cuestión llamándolo necio, egoísta, inconsciente, inseguro, vanidoso, presumido, rencoroso e insufrible, etc, etc. O sea, un tóxico de manual que dice una drag amiga de nombre Olivilla la de Murtas.

Al caso, habríamos estado en defensa de ese hombre que manda en España, si tras el fracaso de Feijoó en su investidura hubiese planteado a los ciudadanos la oportunidad de una segunda vuelta electoral a sabiendas de que su senda para repetir presidencia no era precisamente la vie en rose y que como repitió una y otra vez en campaña, de amnistía de res de res . Entonces, cuánto habríamos admirado su sentido de Estado, el sacrificio de su decisión y hasta ponderado al fin un Sánchez maduro con trazas de gran estadista, pese a las muchas dudas con las que ha sembrando el labrantío mediante juegos malabares del lenguaje resumidos en la simplicidad de la manoseada fórmula de donde digo diego digo digo. Pero por algún gesto hay que empezar, y el santoral esta lleno de tarambanas que alcanzaron halo de santidad, aunque también es verdad algunos salvados por la campana.

No es nuevo que la política, en demasiadas ocasiones, desprende aliento fétido y que cierto es que muchos de los que se rasgan ahora las vestiduras por los pactos de Sánchez han urdido los suyos para mantener la poltrona, pero este caso y en concreto lo que se nos propone tiene el aura de la divinidad si como nos cuenta el profeta Isaías, quien mantenía tertulia con el Señor, este en una ocasión le reveló aquello de “Pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes”. ¿A qué proyectos y caminos se refería? Obvio, que la divinidad tiene razones que al populacho nos viene grande y que tampoco debemos conocer, de ahí lo sobrenatural de su esencia, pues es sabido que los caminos del señor son inescrutables y siempre destinados a la salvación.

Y con esa tónica, con tufo de autocracia, se nos trata estos días. Asunto que recuerda al de hace cinco años cuando el presidente en funciones decía con desmesura que el mero pensamiento de pacto con Pablo Iglesias le provocaba pesadillas, hasta que descubrió que Pablo podía ser ansiolítico como lexatín de máximo efecto. Fue en aquel momento cuando la inspiración le reveló lo que será leyenda de su gloria: “No es mentir, es cambiar de opinión”.

Esto no es lo mismo que lo dicho por Antonio Maura en 1907 en el Parlamento, siendo presidente del Consejo: “Las contradicciones, cuando son desvergonzadas mudanzas de de significación por interés, por ambición, por una sordidez cualquiera son infamantes como los motivos del cambio; pero yo os digo que si alguna vez oyese la voz de mi deber en contra de lo que con más calor hubiera sustentado toda mi vida me consideraría indigno de vuestra estimación y en mi conciencia me tendría por prevaricador, si no pisoteaba mis palabras anteriores y ajustaba mis actos a mis deberes”. Obvio que a un gobernante se le debe exigir esto, ¿pero es el deber actual un acto de ética política o responde más a intereses espurios?

En estos momentos se nos recuerda, mejor, se nos afea la protesta cuando no conocemos el alcance de los acuerdos y para ello se nos conmina a tener confianza en las negociaciones de un presidente incapaz de mentir, pero expuesto a los cambios de opinión. Y es por eso que protestamos, lo quieran o no lo quieran, porque no entendemos lo que no sabemos y parece no interesar que sepamos.

También se nos “advierte” que lo que se ofrece con la investidura de Sánchez es una mayoría “progresista”. De tanto manoseo han devaluado el término o este ha cambiado de significado, todo puede ser, y ahora el progresismo viene avalado por formulas tan aldeanas como la de los nacionalismos aquejados de patología fúngica.

Aparte, desconfío de “esos fatuos galanes que siempre tienen buenas palabras, y están meditando maldades”, se dice en La Odisea. “Ese hombre que tu ves ahí”, ya lo dijo Jurado y mi amiga la de Murtas.

 

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