Cuadros de Memoria / Se nos fue con Birkin la adolescencia

Se nos fue con Birkin la adolescencia / Javier Celorrio

En este particular libro de réquiems que va labrando la muerte y que cerrará cuando el mío sea el epílogo, llega hoy el del último verano de la década de los sesenta, aquel en el que entraba en la adolescencia  y las hormonas sexuales de la llamada generación boomer comenzaban a manifestar sus impaciencias. Hasta entonces los veranos habían sido de playa y cine, de Tintín y Enid Blyton y discos de mucha diva italiana que cantaban aquello de Il cielo in una stanza, cuya letra no era precisamente inocente; canciones que a la estrenada adolescencia le daban un tono de primer amor y, también, de primera rebeldía con aquellos francesitos y francesitas cuyas fotos contemplábamos arrobádamente en Salut Les Copains; una revista francesa que descubrimos en el quiosco playero alguna mañana canicular de cuando entonces y donde por primera vez vimos a Jane Birkin en vaqueros y una camiseta que, la típica masculina de siempre, ahora llamaban T-shirt, y todo aquello y el flequillo coronando su melena revuelta anunciaba que ya nada iba a ser igual. Y es que un momento desmelene en lo capilar siempre aparece en la historia cuando la sociedad entra en flujos de cambio y disidencias. El pelo de los sesenta dejaba la rigidez de las lacas y fijadores para tímidamente hacerse un casquete beatles y pasar a las melenas hippies o a esos flequillos de la Hardy, y la misma Birkin, que hacían cortina sobre los ojos. Así, que mi adolescencia se iniciaba cuando el corte a navaja y el moldeado con laca bajaban del catálogo de las peluquerías y el «Je t’aime… moi non plus», la primera vez que oímos un polvo musicado, era la voz de aquella chica con aspecto adolescente e infantil sonrisa, pero que conseguía el exhibicionismo musical más radical chic. Hoy, a estas alturas del siglo XXI, toda aquella iniciación sexual la tenemos descatalogada y la revolución, ya sabemos, es una marca sin aumento del desorden. El mundo, hasta en su caída, pareciéndose más a la Roma Imperial. Hoy se nos ha muerto la Birkin y con ella los veranos de cuando los polvos se prometían felices y ahora son ceniza «mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado».

 

 

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