De la pasión en tiempos de crisis / José María Sánchez Romera

 

“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, el flashback interrumpe la trama de “Casablanca” y explica lo ocurrido hasta ese momento y la continuación de la trama hasta el desenlace. Ilsa Lund (Ingrid Bergman) y Rick Blaine (Humphrey Bogart) contemplan París desde una ventana convertida en ciudad abierta a la espera de que sea tomada en pocas horas por las tropas alemanas. Ni ese pequeño mundo creado entre ellos podía escapar a la completa devastación que dicta la guerra.

Pero las realidades son las que mandan y las ensoñaciones teóricas que pretenden sobrevolarlas impulsadas con esa pasión narcisista por lo utópico, confunde puertas con ventanas al vacío por las que acaban cayendo las mejores civilizaciones, lo mismo que algunos amigos de Putin. Para Thomas Kuhn el mundo físico no es más que un constructo social, una parte de la «ideología», una idea que por supuesto nunca lo llevó a clavarse un cuchillo por si había cambiado el paradigma científico sobre ese asunto. Del mismo modo que los neomalthusianos no validan sus teorías en primera persona abandonando voluntariamente este insoportable mundo superpoblado. El exhibicionismo inane de los líderes mundial esta semana en la ONU demuestra en lo que ha degenerado la organización, convertida en el marco perfecto para que el Presidente colombiano Gustavo Petro diga que el petróleo mata más que la cocaína. Una frase no pasaría de ser una astracanada si no se conocieran las referencias históricas y biográficas que inspiran al dirigente colombiano, que por cierto sería el indicado para explicarle a ministras mal informadas lo que es un cártel. Ni el fragor de lo hiperbólico puede ignorar lo esencial de los conceptos.

Hace nueve años Julio Anguita (q.e.p.d.) se quejaba en un programa de televisión que estuviera prohibido por la Unión Europea que los países, en la anterior crisis, no pudieran pedir dinero a sus bancos centrales (la fatal austeridad) y tuvieran que acudir al mercado privado del crédito que era muchísimo más caro. Una petición de apariencia inobjetable que se ha visto sobradamente atendida en los últimos años y con sus resultados a la vista de todos: la inflación disparada y una crisis de precios arrasadora. Hay quien prefiere aferrarse a sus prejuicios ideológicos al compás de una cadenciosa palabrería antes que admitir que ahorro e impresión de moneda son, respectivamente, la verdad y la mentira, porque la riqueza no se crea de la nada tiñendo papel. Pero las leyes de la economía (la llamada economía clásica dando a entender algo que ha sido superado) son más fuertes que cualquier autoridad política por mucho poder que tenga y cuya verdadera capacidad queda reflejada en millones de personas escudriñando precios de los productos más necesarios. Los resultados en política vienen determinados por el realismo con el que se afrontan los problemas, siendo más positivos cuanto más alejados del ilusionismo ideológico, sean éste del lado que sea. Un ejemplo de ello será la Primera Ministra de Gran Bretaña que ha hundido la libra pretendiendo hibridar una política de bajada de impuestos con otra simultánea de crecimiento del gasto en vez de recortarlo para compensar la menor recaudación, dejando al sector privado que tire del crecimiento. La única razón plausible de este despropósito es que hay elecciones en menos de dos años y parece que el Gobierno conservador de su (nueva) Majestad opta por soplar y sorber tratando de contentar a todo el mundo. Una ocurrencia que allana aún más el camino a la victoria de un Partido Laborista devuelto a la cordura tras la delirante etapa de Corbyn.

En esa coyuntura general, España no podía ser menos en la tendencia a fantasear frente a las verdades incómodas que ofrece nuestro estado de cosas, lo que viene a ser casi obligado en función del bloque ideológico que sostiene esta legislatura, que, atrapado en su propia naturaleza, no ha dudado en contaminar ideológicamente todo debate público antes que adoptar las decisiones que las circunstancias imponen. Expresiones como “dumping fiscal” convertidas en fetiches con referencia a la supresión del impuesto sobre el patrimonio, esconden confusiones tan burdas como identificar ahorrador con millonario. A la vez se amenaza con la pérdida del estado de bienestar pese a que no podrá demostrarse que la incesante subida de impuestos haya traído mejoras proporcionales en los mecanismos de protección pública y son cosa muy distinta de las innumerables situaciones individuales beneficiarias de ese incremento mediante la expansión de la burocracia política. Una arriesgada estrategia, en medio de una crisis económica que va a más en medio de guerra global de facto, traducida en la aprobación de leyes ideológicas radicales destinadas a obtener un gran impacto propagandístico para persuadir al activismo más comprometido para que se produzca una importante movilización social alrededor de materias que provoquen posicionamientos irreconciliables. Y si no da para repetir mayoría parlamentaria, la reforma o derogación de esas leyes servirá como programa de oposición a un gobierno de signo político distinto al actual.

Es evidente que en la convicción del Presidente del Gobierno pesa que el desplome completo de sus opciones pasaría por un abandono de referencias ideológicas muy marcadas tal y como le ocurrió a Rodríguez Zapatero cuando se vio obligado a aprobar recortes en el gasto público ante el riesgo de quiebra del país. Lo que puede ser que no vea Sánchez es que el anterior Presidente socialista no se equivocó al rectificar, sino el hacerlo tarde, provocando una debacle económica irreparable. Está claro que la idea es llegar a 2.023 enarbolando la bandera intervencionista con ramalazos justicieros para mantener la actual mayoría parlamentaria, después de lo cual ya se verá. Aunque no hay que confundirse, creo que en las actuales circunstancias la pasión ideológica es en general tan intensa que se sobrepondría a cualquier otra estrategia en la gestión del tiempo preelectoral. El mundo se derrumba y la izquierda se enamora…de sí misma.

José María Sánchez Romera

 

También podría gustarte