El denuesto es un género medieval. Se desarrolla en él un debate entre dos o más personas sobre los asuntos más variados: teológicos, sociales, eróticos, filosóficos. En la literatura española destacan “Los denuestos del agua y el vino”, también conocidos como “Razón de amor”. Tiene versos hermosísimos sobre dos amantes que se buscan sin haberse visto antes. Una especie de cita a ciegas en el siglo XIII. Se reconocen por los regalos que se habían enviado; la muchacha por la cinta “que había hecho con sus manos” y que el mancebo llevaba atada a su cintura. Entonces ella “quitose el manto de los hombros / e me besó la boca y por los ojos, / tan gran sabor de mí había / que ni siquiera podía hablarme”. La disputa la gana el vino, pues el poema se cierra con estos versos: “Mi razón aquí la fino (acabo) / e mandad nos dar vino”. La otra disputa medieval es la de “Elena y María”. Dos hermanas discuten sobre la excelencia de sus respectivos amantes; caballero uno, abad el otro. No sabemos quién fue mejor amante porque el manuscrito está incompleto.
El último denuesto es contemporáneo, de apenas hace unos días. “Psicodrama con espionaje ilegal de fondo: reconstrucción del careo entre Jorge Fernández Díaz y Francisco Martínez”, titula el Diario.es en donde leo la información. Acaba la disputa, “tensó” o “partiment”, como también se llamaba a estas discusiones, con una frase rotunda del ex-ministro al ex-subsecretario: “Déjame a mí decidir quién era mi mano derecha”.
Se dirimía en este careo la veracidad de la denuncia de Francisco Martínez de si el ministro estaba o no al corriente del espionaje ilegal sobre Luis Bárcenas pagado con dinero público. Desde el principio de la acusación el ministro respondió con la audacia, ya hecha tópico, de “me enteré por la prensa”. Por la prensa se enteró Felipe González, y ya hace años de eso, del delito de Estado de los GAL. Por la prensa se enteró Rajoy de las campañas electorales trufadas de irregularidades financieras. Los dos quedaron libres de toda sospecha. Parece que la frase es un “mantra” protector y a ella se acoge el ministro con la misma esperanza, supongo.
Pero lo interesante de este careo no fue la búsqueda del responsable, sino el vodevil sentimental. Hasta el juez propuso una pausa para que el señor Fernández Díaz se tomara un vaso de agua viendo su estado de azoramiento, “si usted quiere salir y beber un vaso de agua…” Se recuerdan viejos agravios: “Me has llamado…” (ristra de insultos). Se reprochan la deslealtad, casi el desamor: “No había mucho afecto de ti para mí.” Desdenes: “Es una actitud inmoral e indigna del Partido Popular”, contraataca el señor Martínez. ¿Y la verdad? ¿Podía el ministro del Interior desconocer una operación policial montada en su propio ministerio y pagada con fondos reservados? Pero la verdad no importa. Ya estamos acostumbrados a eso, ¡Viva el vodevil! Bienvenido el denuesto medieval a nuestra valleinclanesca Corte de los milagros. Al fin y al cabo, todo es literatura.
Tomás Hernández.