El barrio de Los Marinos y la necrópolis fenicia del cerro de san Cristóbal / Elena Navas

Esta es una historia que tiene como fondo a marinos fenicios y a marinos sexitanos actuales, ambos coincidirán en el mismo espacio y en el mismo mar, con 2.800 años de diferencia. Pero antes de empezar nuestro Paseo por el Tiempo, tenemos que detenernos a dar un pésame por la muerte de una persona, cuya profesión estuvo fuertemente vinculada al patrimonio arqueológico de Almuñécar. El día 25 de abril de 2018, llovía en Almuñécar. El día era gris y por los muros de sus antiquísimos monumentos de piedra se deslizaba el agua, que se nos antojaban las lágrimas por la muerte de un arqueólogo, D. Manuel Pellicer Catalán. Con su trabajo, a raíz de las excavaciones arqueológicas que llevó a cabo en la necrópolis fenicia de San Cristóbal, en 1963, el patrimonio arqueológico de Almuñécar comienza a vislumbrarse, y a ser reconocido por toda la comunidad científica nacional e internacional.

Desde entonces, la enorme riqueza arqueológica de época fenicia que posee Almuñécar ha dado la vuelta al mundo, proyectando el nombre de la ciudad más allá de lo que llegaron los productos de la antigua SKS, quedando ligada para siempre a las grandes civilizaciones del mar Mediterráneo: egipcios, fenicios y romanos. Con el profesor Pellicer se inicia la historia arqueológica de Almuñécar, y todo tiene lugar en el Barrio de los Marinos, donde mucho antes de que se trasladasen a vivir los marinos de Almuñécar, ya había sido lugar de enterramiento de otros marinos, los fenicios de la antigua Sex. Con esta urbanización y su Arquitectura Modernista comienza todo.

Corrían los años 50 del pasado siglo, cuando a Almuñécar empiezan a venir los primeros veraneantes, en avanzadilla de lo que luego será el boom turístico, y por tanto constructivo, de esta ciudad. Uno de esos pioneros del veraneo en Almuñécar era el entonces ministro de vivienda, José María Sánchez Arjona, quién tenía una buena relación con los pescadores de Almuñécar a tenor del entonces alcalde, Ponciano Celorrio, de quién partió la idea de realizar un barrio para las familias de los marinos del barrio del Castillo.

En aquella época desde el Instituto de la Vivienda, que dependía del Ministerio de Vivienda, se pretendía eliminar el problema del chabolismo, cada vez más creciente en toda España y por tanto también aquí en la costa. Y el ministro prometió la construcción de nuevas viviendas a los pescadores de Almuñécar. Algo que se llevó a la práctica una década después, coincidiendo con el desempeñó del cargo de jefe de la secretaría política del ministerio de la Vivienda, el mencionado alcalde sexitano.

De esta promesa, surge en 1962 un proyecto para la construcción de 102 viviendas de tipo social, por encargo de la Obra Sindical del Hogar, que formaba parte de la Organización Sindical Española, el único sindicato que existía durante la dictadura franquista, el conocido como “Sindicato Vertical”. El objetivo era la construcción y administración de viviendas de construcción pública, que al principio se alquilaban a precios casi simbólicos y con el tiempo se vendían a bajo precio a las familias que las ocupaban. Los terrenos los ofreció el Ayuntamiento de Almuñécar y estaban situados en la ladera este del cerro de San Cristóbal. El arquitecto al que se le hace el encargo es Rafael de la Hoz Arderius, precursor del Modernismo en España, que llegó a ser muy prestigioso y al que se le otorgaron varios premios de arquitectura en el transcurso de su vida profesional. Como las casas iban destinadas a los pescadores de Almuñécar, a esta urbanización la llamó el barrio de Los Marinos. El arquitecto recibió el encargo de realizar el mayor número de viviendas posible, en una ladera que tenía una pendiente muy fuerte, del 54%, y además es un lugar muy visible desde las playas y lugares más turísticos de la ciudad. Para resolver estas cuestiones, elaboró un proyecto en el que las casas se disponen en bancales que seguían las curvas de nivel, situadas a un lado y a otro de las calles, que subían en línea recta, colina arriba, de forma tan pronunciada que se debía de acceder por escalinatas. Las casas se colocaban escalonadas, de manera que el tejado de una casa, servía de terraza a la siguiente. Las casas son espaciosas, porque tienen casi 70m construidos y 60 de terraza. La interpretación del terreno fue positiva, porque al ser casitas bajas, el aspecto final se asemeja al típico pueblo andaluz, encalado en blanco, como si estuviese situado en la falda de un castillo; y sacó provecho de la orientación de la ladera, colocando las casas de manera que estuviesen soleadas y luminosas, protegidas del viento y aprovechando las magnificas vistas al mar.

Su trabajo se encuadra en el movimiento arquitectónico modernista de la época y tiene bastante mérito, porque con medios muy escasos y en un contexto tan complicado como es construir en ladera pronunciada, consiguió un resultado de gran calidad. Hasta el punto de que al tiempo, muchos propietarios vendieron sus viviendas a turistas, y algunos volvieron a sus antiguas casas, que solían estar en el barrio del Castillo.

Decíamos que aquí comienza todo, porque al inicio de las obras de construcción de este grupo de viviendas, apareció, en la parte media de la ladera, un pozo que tenía en su interior una urna cineraria de alabastro y diversos objetos de cerámica. Se trataba de una sepultura fenicia, la primera que se descubre de la necrópolis fenicia del Cerro de San Cristóbal. Este hallazgo cambió por completo el panorama arqueológico de Almuñécar. La Seks fenicia, la ciudad mencionada en las fuentes antiguas, por fin se descubría arqueológicamente. Así fue como se empieza a conocer una de las necrópolis fenicias más antiguas de occidente, que a partir de 1963 se le da el nombre de necrópolis Laurita. Pero vamos a volver a 1962, al momento en el que se llevan a cabo las obras de construcción del grupo de viviendas de Los Marinos. Durante el transcurso de las mismas, se había encontrado una sepultura fenicia, pero de este hallazgo se llevaron todas las piezas y no se enteró nadie.

Conforme los trabajos de aterrazamiento del cerro se realizaban, siguieron apareciendo nuevas sepulturas fenicias, del mismo tipo que la primera; es decir, excavadas en la roca, a modo de pozos, que tenían en el fondo una especie de covachas con urnas cinerarias blancas, de alabastro, con objetos de cerámica y también con piezas de joyería y adornos personales de metales y piedras preciosas. Todas estas sepulturas se saqueaban y los objetos se los llevaban sin más. A la misma vez que se realizan las obras del barrio de Los Marinos, se estaba construyendo una urbanización en la Punta de la Mona. El arquitecto de esta obra era Francisco Prieto Moreno, arquitecto jefe del Patrimonio de Andalucía, quién tenía un chalet allí mismo, llamado “Los Berengueles”. Este señor estaba casado, y su mujer, se enteró de estos hallazgos en el Cerro de San Cristóbal, y lo que hizo fue trasladar a su chalet todos los materiales arqueológicos que pudo recuperar del saqueo de estas sepulturas.

En 1963, estaba de visita en el chalet José María Pita Andrade, un catedrático de Arte de la Universidad de Granada, que era el elegado regional de Excavaciones Arqueológicas, y al ver los hallazgos, comprende la importancia que tienen e inmediatamente informó a la dirección general de Bellas Artes de Madrid, enviando fotografías de los vasos de alabastro que presentaban inscripciones jeroglíficas egipcias. En aquella época, estaba de moda el mundo egipcio, recordemos que la película Cleopatra, interpretada por Elizabeth Taylor, se estrenó en ese mismo año, en 1963. En ese período había un equipo de investigadores españoles trabajando en Egipto, al que pertenecía el profesor Manuel Pellicer Catalán. Al ver las cartelas egipcias de los vasos de alabastro que aparecían en el Cerro San Cristóbal, el director general de Bellas Artes, inmediatamente, le convocó al Ministerio para encargarle la dirección de las excavaciones arqueológicas de este yacimiento que estaba apareciendo en Almuñécar. Cuando este investigador llega a Almuñécar, se encuentra un panorama desolador, con las tumbas, vaciadas, muchas de ellas destruidas, con restos de ajuares valiosísimos esparcidos por el suelo, los fragmentos de objetos de cerámica rotos. También visita el chalet “los Berengueles”, y allí ve las urnas de alabastro pertenecientes a los ajuares de 11 tumbas saqueadas. De esta forma, se inicia una excavación arqueológica en la que participaron personas vinculadas a la universidad de Granada y al equipo de Manuel Pelllicer del proyecto en Egipto.

Los restos materiales muebles de estas excavaciones arqueológicas se depositaron en el Museo Arqueológico Provincial de Granada. Aún faltaban los ajuares funerarios de 6 tumbas, que luego, con el paso del tiempo, los pudo localizar y publicar el arqueólogo Federico Molina Fajardo. Con el descubrimiento, excavación y estudio de Laurita se presentó en la Península Ibérica la necrópolis fenicia más antigua conocida en occidente. ¿Y por qué se le llamó Laurita a la necrópolis del Cerro de San Cristóbal?. Pues porque la mujer que llevó a su chalet los restos hallados en las sepulturas se llamaba Laura Ramírez Martín y en su entorno cercano se la conocía como Laurita (estaba muy de moda en los años 60 los diminutivos). El director general de Bellas Artes sugirió, que se nombrase la necrópolis como a ella, porque el que mostrase los hallazgos al señor Pita Andrade, y luego los entregase al museo, ayudó a que no se perdieran los restos arqueológicos de esta extraordinaria necrópolis fenicia.

Elena Navas Guerrero , arqueóloga municipal

 

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