Al caer la tarde un paseo por el casco histórico de Almuñécar te llevará a visualizar la ciudad de manera distinta, pues has entrado en la singularidad mediterránea de la luz declinante, lejos de la tórrida luminosidad del día, capaz de teñir los colores de asombrosas tonalidades y la brisa especiando el olor matizado del salitre que empieza a refrescar sus vetas tostadas del día de verano. Vamos a los paños encalados, al añil puro, al fresco que procura la arista de una esquina en la encrucijada de calles que define a todo laberinto.
