En esta despedida definitiva transcribo un texto que escribí con motivo del nombramiento de Tomás Girón como Hijo Adoptivo de Almuñécar en 2012 y que nos ha dejado a los 102 años este mes de julio.
Estamos reunidos hoy aquí para un acto donde Almuñécar nombra como Hijo Adoptivo a Don Tomás Girón Morales.
Personalmente, desde que supe que dicho reconocimiento se haría efectivo, entendí que lo de adoptivo era una manera de llamar a este homenaje, puesto que Don Tomás ya se sintió muy nativo de Almuñécar el día aquel, de mediando los años cincuenta del siglo XX, en el que tomó posesión como director de aquel hotel llamado Sexi. Ya que almuñequero siempre lo hemos considerado el resto de sexitanos.
Vamos, que si servidor por aquella década de inauguración del hotel nacía en El Altillo, Don Tomas lo hacía en ese mascarón singular de Almuñécar llamado La Caletilla, y donde en media circunferencia se proyectaba aquel hotel que sería referente turístico de la Costa Granadina durante varios lustros. Por tanto sepan que lo de adoptivo es mera fórmula para rendir tributo a una personalidad, un personaje y un trabajador que ha dejado logros impagables para la imagen turística de Almuñécar.
Pero este reconocimiento no estaría completo, si en mis palabras no están presentes otros dos pilares importantísimos de ese hotel, la Madre y la Hermana de Don Tomás, Doña Angustias y Conchita, que fueron indispensables para el más que notable funcionamiento del establecimiento. Con este reconocimiento ellas son también hoy hijas adoptivas de Almuñécar.
Ese hotel llamado Sexi, parte de una iniciativa del Ayuntamiento de entonces y que por cierto presidía mi padre, hablo de los años cincuenta, se pretendía dotar a la población de un hotel moderno y de calidad que pudiera atraer al turismo que empezaba ya a moverse en zonas próximas mediterráneas. Se acababa de salir de una posguerra dura y difícil, y el régimen franquista necesitaba una inyección económica y porqué no, cosmética.
El proyecto se le encarga al arquitecto, Francisco Prieto Moreno, quien resuelve con maestría la difícil situación del solar en una media circunferencia que será el distintivo singular e inigualable del avatar del hotel, al igual que un interiorismo modernísimo para la época y un bar americano y un restaurante que ahora serían ambos un prodigio de estilo vintage.
Pero la empresa que gestiona el negocio necesita un director. Alguien habla de una familia granadina que podría hacerse cargo de la instalación. Probemos, se dicen. Y la prueba resultó cum laudem, tras una trayectoria que le ha valido que cuando se habla de él todo el mundo le mencione como Don Tomás, sin necesidad de mentar ni su apellido ni aquel hotel llamado Sexi, para reconocer el gran estilo de persona.
En los cuatro lustros que dirigió la instalación se ganó el respeto de todos quienes trabajaron con él, no lo digo yo lo dicen ellos. Y supo bajo su dirección, y la ayuda de madre y hermana, crear la mejor generación de profesionales de la hostelería en la historia de Almuñécar. Y eso, que no contaba con muchos mimbres para ello, ya que en muchos casos los empleados eran muchachos inexpertos.
Supo atraer a Almuñécar, con mucho trabajo y talento y sin redes sociales ni patronatos de turismo ni escuelas ni escuelas de hostelería, un público internacional y de primera clase durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Un turismo exigente que incluía a reinas, ministros, aristócratas, actores, escritores, de lo cual hay documentos gráficos suficientes. Lo más importante, es que jamás cualquiera de ellos se quejara del servicio y repetían año tras año.
Bueno, hay que hacer una excepción: una vez un cliente le tiró la sopa a un camarero. Esto nos da que pensar que los camareros debían ser guapos, ya que el tema fue por celos. Al parecer la señora, inglesa por más señas, dirigía miradas encendidas al muchacho. No sabemos si el muchacho le correspondía y de ahí la vesania del marido.
Don Tomás logró que el Sexi fuese la imagen de Almuñécar, cosa que servidor ha glosado en una serie de relatos cortos y en los que narro cosas que no sucedieron nunca en ese hotel y que, por supuesto, si sucedieron nuestro Don Tomás, premio de amistad, generosidad, simpatía y clase nunca nos contará, tal su discreción siempre.
Jamás, por tanto, hubo un pianista ciego, ni una bolerista de vida alegre y púbicas partes tintadas en rubio platino mediando una buena dosis de agua oxigenada, que cantaba el Maringá en las verbenas nocturnas y veraniegas de la piscina, ni hubo actriz de Hollywood en la línea de la inolvidable primavera romana de la señora Stone, que llorara su amores sin retorno y chulescos en la terraza circular a la que se accedía entre cortinones elegantes y acebrados, mientras rielaba en un mar de Fellini la luna llena.
Pero sí paseó por sus terrazas el gentleman David Niven, el bellezón de Martín Caroll, el americano Van Johnson o el entonces jovencísimo Sean Connery, entre otras luminarias.
Pero aunque todo ese tiempo sea ceniza ya, no por esto deja de existir en la memoria colectiva y el recuerdo, como pretenden quienes con aviesas intenciones intentan enlosar una época brillante turísticamente hablando de difícil vuelta.
Y al hilo de esto sí hay algo lamentable que quiero reseñar, es que los responsables turísticos de Almuñécar no hayan sabido o querido utilizar la experiencia de este hombre para nutrir de conocimientos los nuevos proyectos de promoción o de formación que se han ido sucediendo a lo largo de estas últimas décadas, no precisamente esplendidas a la vista de que todavía se está por dilucidar qué modelo seguir. Acaso sea un ego desmedido y torpe el que ha provocado ese distanciamiento, y no precisamente por parte de este hijo predilecto de naturaleza, y adoptivo de reconocimiento, sino de quienes piensan que la experiencia pasada no ofrece garantías de futuro, y que es mucho más loable estar constantemente improvisando antes que atender lo que fue eficacia en otro tiempo.
Sabemos que Don Tomás, en su generosidad innata, habría estado dispuesto a colaborar y que muchos de los errores cometidos se habrían podido evitar, pero… doctores tiene la iglesia.
Podríamos seguir hablando de otras muchas cuestiones relativas al turismo, pero creo que el momento de ahora mismo es otro. No obstante, sí hay que reflexionar sobre que tenemos y dónde vamos, ya que de lo que tuvimos y de su éxito tiene clave la figura de este emblemático y siempre director de hotel.
Ahora, Don Tomás, vuelvo a aquel hotel llamado Sexi y permítame que en su homenaje incluya a todos y a cada uno de los que vivieron horas inolvidables a la altura del Peñón del Santo, donde, pese a quien pese, siempre habrá un rumor, unas gentes que siguen asomadas a los balcones del tiempo. Mítico, dorado, lunático hotel donde un pianista ciego sigue tocando el tema de la película A summer place.
Señor director, muchas gracias por su hospedaje en nombre de todos ellos.