Me siento a escribir en esta apacible mañana de sol de otoño frente a las imágenes del dolor. Dolor es la única palabra. Desolación y pérdida. “Lo he perdido todo”, dice una mujer. Un hombre, también mayor: “Todo lo que me queda es la ropa que llevo puesta”. Y así un rodar de palabras semejantes.
Pero oí esta mañana dos declaraciones. Una es la de un periodista. Dice que, antes de empezar, quiere traer una propuesta de un profesor de la Universidad de Barcelona. Se trata de buscar en la toponimia urbana nombres de calles y lugares que lleven el nombre de barranco, rambla, acequía, arroyo, riera, río. La mayoría de esos topónimos remiten a espacios fluviales que hemos invadido, afirma el periodista repitiendo el mensaje de su amigo.
La otra declaración, aunque la oí en palabras, la imagino ahora como viñetas de un cómic en blanco y negro y sin palabras. Un hombre, en traje de oficina, sale de un despacho. Se despide hasta mañana de los que aún trabajan en las mesas. Ahora está sentado al volante de su coche. Son las tres de la tarde. El limpiaparabrisas no da abasto para barrer la lluvia. La última vez que mira el reloj han pasado tres horas desde que salió de la empresa. No ha avanzado ni medio kilómetro. Baja del coche y regresa bajo la lluvia al despacho. Otros, antes que él, han hecho lo mismo y toman un café de oficina y hablan en corros de preocupación o intentan llamar por el móvil. Pasadas las ocho de la tarde, noche ya de lluvia negra, el gobierno valenciano activa las alarmas y se supone que los protocolos.
Luego, hay en el cómic una página en negro sin la palabra fin. Son las horas de la desesperación y la incertidumbre.
Las dos historias tienen su moraleja. La del agua invadida alude a una ética ecológica y, por lo tanto, anticapitalista. Ya sé que no es oportuno en este escenario del dolor hablar de estas cosas. Pero es la urdimbre de la tragedia.
La moraleja del ejecutivo, atrapado en la empresa, remite a una ética de la ideología. ¿Hubo un rechazo por ideología a las alertas de la AEMET? ¿Fue la oposición a la fuente de información el motivo para menospreciar la advertencia de riesgo extremo? La cronología entre la alerta roja de la AEMET, ocho de la mañana, y la de la Generalitat, ocho de la tarde, está en todos los rincones de Internet.
Han muerto personas. Muchas. El agua ha vuelto con furia a su memoria y a sus cauces cegados, envenenamos los aires, mancillamos la tierra. “arde el mar”, que diría el poeta Gimferrer. Creo que todos vivimos en alerta roja. Esa sería la tercera moraleja de una ética de la desolación.
Tomás Hernández