La escultura que portica la entrada a la urbanización Punta de la Mona, ubicada en una desviación de la N-340 a la entrada de La Herradura, es obra de Feliciano Hernández (1936-2018), uno de los más importantes escultores del arte contemporáneo español situado en la vanguardia del siglo XX junto a artistas como Eduardo Chillida o Martín Chirino e influenciado por Julio González y Pablo Gargallo.
Para muchos, la escultura es una flor abierta, pero en realidad el artista en su volumen representó una granada. La escultura data de finales de los años sesenta y fue un encargo del arquitecto Francisco Prieto Moreno, alma mater y promotor de la urbanización, cuando en las postrimería de la década de los cincuenta adquirió terrenos en la zona llamada Punta de la Mona, entre Almuñécar y La Herradura, para la construción de una serie de chalets con una resolución arquitectónica del más puro mediterráneo y totalmente respetuosa con el entorno vegetal autóctono.
En aquellos años, finales de los cincuenta e inicio de los sesenta, La Herradura era una pequeña población cuya economía se limitaba a la pesca y la agricultura. La Punta de la Mona fue el arranque del turismo en la localidad, consiguiendo, en parte a la promoción de Prieto Moreno, ser un enclave de veraneo para familias de la clase alta tanto nacional como internacional. El proyecto urbanístico de la construcción, totalmente integrada al paisaje sobre la bahía herradureña, imprimia un plus de calidad al entorno que atrajo a ese sector selecto a adquirir terrenos para la construcción de sus casa de veraneo, siempre supervisado por el granadino Prieto Moreno a fin de que la urbanización se mantuviera en los parámetros de estética y respeto con el entorno tal el proyecto que el mismo diseñara y que mantenía grandes espacios de zonas verdes a fin de mantener el valor medioambiental de la zona preservando la flora mediterránea, intentando hurtar el entorno al derrame de cemento sobre la costa española que indicaba el cercano futuro.
Es mediando los años sesenta cuando Prieto Moreno encarga al todavía emergente y joven artista Feliciano una escultura de gran formato que simbolice tanto el arraigo granadino del proyecto como la modernidad del mismo para presidir la entrada a la urbanización. La apuesta es valiente, y una vez más muestra la modernidad del arquitecto, ya que el escultor elegido se centra en la abstracción como síntoma vanguardista de un grupo de jóvenes que van a romper con el estancado panorama del arte en España desde la Guerra Civil y de hecho la escultura de la Punta de la Mona, realizada en hierro, pudiera interpretarse como la apertura a la luz del interior granate y brillante del fruto de la granada a la luz: un puñetazo sobre la oscuridad imperante como volcán de sangre que surge una vez abierta la cueva. Y, aparte interpretaciones, hay que admirar en la obra su perfecta integración al paisaje.
Luego Feliciano seguiría con su carrera ascendente que le llevaría en la década de los 70 a investigar en la relación que se establece entre volumen, espacio y gravedad con materiales como madera, hierro y piedra.
Sus esculturas han estado expuestas en fundaciones como la Juan March, y su obra forma parte del fondo de numerosas colecciones y museos, a destacar el Museo de Arte Reina Sofía (Madrid), Museo de Bellas Artes (Bilbao), Museo de Ostende (Bélgica), Museo de la Universidad de Alabama (EE. UU.), colección de la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle de Santa Cruz de Tenerife, o el Museo de Arte Contemporáneo de Villafamés (Castellón).
En definitiva, una gran obra no siempre considerada en su valor. ¿Flor o granada?… Un Feliciano, por favor.