Hagan juego / Tomás Hernández

Eché a la papelera hace unos días un artículo que titulé “Esperando a Feijóo”. La comparación que yo quería desarrollar con “Esperando a Godot” no cuajó. Hasta a mí me aburría al releerlo. Siempre que mi querido Javier publica estas cosas mías, además de gratitud, pienso en las personas que las leen. Que alguien por afecto, amistad o curiosidad te dedique unos instantes de su vida es un gesto que obliga al respeto y a la consideración. Por no cumplir con esos requisitos tiro muchos de estos papeles. Y el mundo sigue dando vueltas, ¿verdad?

Pero lo visto y oído la mañana del pasado domingo me lleva a la necesidad del desahogo. ¿Por dónde empezar? El motivo, la causa inminente y necesaria de la reunión, convocatoria o lo que fuera, era la unidad de la patria y la reivindicación de la igualdad entre todos los españoles y españolas. La idea de patria es un concepto político-sociológico que no se entiende igual en todas partes ni de la misma manera por todas las personas. En lo del derecho a la igualdad sí que pudiera haber un consenso general. ¿Alguien puede estar en contra de la igualdad de derechos? Muchos quizá, pero no se atreven, todavía, a decirlo. Lo que se venía a denunciar en la mañana del domingo, era cómo algunas Autonomías, dos en especial, Euskadi y Cataluña-Puigdemont, que ahora forman un inesperado sinónimo, eran causa y motivo de desigualdad.

El acto estuvo trufado de medias verdades y bastantes mentiras. El argumento era éste: Hay dos Comunidades, Euskadi y la Cataluña independentista, que son favorecidas por la izquierda chantajeada, antes Zapatero, ahora Sánchez, creando una desigualdad entre los españoles según la Autonomía en que uno viene a nacer. ¿Alguien se lo cree? El País Vasco es la Comunidad que más invierte en Sanidad, Enseñanza y Asistencia Social. Madrid la que menos. Muy cerca está la Cataluña independentista. ¿Cómo se explica? La injusticia social la marca, mucho más que las Autonomías, la calle donde naces, el barrio en que te crías, el salario del que vives, más bajo si eres mujer. Brecha salarial es el eufemismo para aminorar ese atropello. La desigualdad la crean las políticas fiscales, las caprichosas exenciones de impuestos, las amnistías de Hacienda, ahora que tanto se habla de amnistía.

Pero hubo cosas más graves, como la afirmación de Feijóo de que Sánchez había convocado unas elecciones fraudulentas porque no había advertido de que acabaría gobernando con el fugitivo Puigdemont. A ver, a Sánchez se le atribuyen muchas cosas, todas ellas malísimas, incluso por los próceres del PSOE, pero no se le conocen aún artes adivinatorias. ¿Podía saber el candidato Sánchez que acabaría obligado a vérselas con el fugitivo Puigdemont? ¿Cómo? Pero la semilla ya estaba sembrada, Si Sánchez volviera a gobernar ya saben todos los españoles que será mediante unas elecciones fraudulentas y, por tanto, con un gobierno ilegítimo. Así de burdo es el argumento, pero eficaz. Menos grave, pero igualmente insólito, fue oír a Rajoy enorgullecerse de la aplicación del articulo 155 en Cataluña, que fue el gran fracaso de la política territorial de su gobierno. A Díaz Ayuso acusar al presidente en funciones de buscar la España de los bandos y el guerracivilismo, fue síntoma de la sucia política que vamos a vivir y soportar. Obvio las descalificaciones a quienes no estuvimos allí en cuerpo y espíritu. Renegados de la patria, defensores de la desigualdad o filoetarras contra las manos blancas del crimen de Ermua. Así lo dijo Ayuso.

Como leía ayer, al PP no le faltan cuatro diputados, le sobran los treinta y tres de sus alianzas con VOX, que desde los pactos de las elecciones municipales, empezaron a dar miedo. Esas son las cuentas. Feijóo se ha quedado a más de treinta votos de la mayoría y el abrazo del oso de VOX lo ha dejado solo. Esa es la imagen de esta mañana en su discurso de investidura.

En el juego de naipes si por cualquier circunstancia hay que barajar de nuevo, el que tiene buena mano siempre está en contra, el perdedor confía en darle una nueva oportunidad al azar. Pero las cartas son las que son y la España que vota hoy en día es la que es, y eso no se arregla sólo con barajar las cartas.

A Sánchez le queda mucho que explicar. La llamada amnistía a Puigdemont, que lo es también para los más de mil encausados en esta causa, directores de colegio que abrieron las salas para votar el 1 de octubre, cargos medios, conserjes, policías, guardias civiles. Debería recordarse que en la famosa amnistía de 1978, la fetén, la constitucionalista, la buena, dieciocho diputados de Alianza Popular votaron en contra y el resto se abstuvo. Eso pasó. No es que no quieran la amnistía catalana, es que no les gustan las amnistías, salvo las fiscales.

Tomás Hernández

 

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