En las últimas semanas ha levantado una considerable expectación mediática la formación y futuro lanzamiento del nuevo partido llamado Izquierda Española. Su líder es el abogado Guillermo del Valle que, según se lee en algún medio, ha hecho el viaje inverso al que se dice que suele ser habitual: del liberalismo al socialismo. En la contribución a ese empeño ha publicado un libro titulado “La izquierda traicionada” que viene prologado por Francisco Martín Seco y con epílogo de Félix Ovejero. Una vez leído la atención que ha levantado tiene mucho más que ver con la desolación dejada por el sanchismo entre una parte de los votantes de izquierda que con la novedad de sus propuestas. La escolta intelectual que lo flanquea, aunque notable y de prestigio, está muy alejada del gran público y parece difícil que acceda a nichos de voto determinantes. Conocida su propuesta ideológica con la que trata de diferenciarse de la que denomina izquierda reaccionaria (Ovejero) en su deriva woke, no es que aporte pocas novedades, es que se trata del socialismo radical de siempre que busca identificarse de manera imposible con la Ilustración de forma meramente retórica. Confunde racionalismo u objetivismo con planificación estatal, que es lo propio del socialismo, y vuelve su mirada nada menos que hacia el Manifiesto Comunista, a la búsqueda de un supuesto marxismo de carácter humanista extraído de las primeras obras del pensador alemán pasado por la Escuela de Fráncfort. A eso lo llaman socialdemocracia con tanta impropiedad como el PSOE usa el término, del que tanto se alejan ambos, uno por las fuentes ideológicas que asume y el otro con su acción de gobierno.
El libro de del Valle, donde hace patente su cosmovisión del poder y la política, recurre al clásico método marxista de análisis social y económico sin que su reiterado fracaso en todos los órdenes parezca afectar mucho a su autor para haberlo sometido a alguna clase de revisión. En ese sentido se puede decir que Izquierda Española no es y no será más que la izquierda conocida, la doctrinaria intransigente, porque no puede salir otra cosa de las ideas en las que se apoya. Por eso llama libertad a una liberación otorgada por el poder a una clase social supuestamente precaria en detrimento de otras se entiende que adineradas (igual al esquema woke opresor/oprimido) pero sin definir dónde empieza y acaba cada una, ni si son sólo dos las que existen. Nada hay de nuevo, todo es viejo, viejísimo, incluido el anticapitalismo, que comparte con el identitarismo woke. En consecuencia, las diferencias de fondo son más aparentes que reales y pensar que de teorías fracasadas pudieran derivarse en el futuro resultados distintos a los ya conocidos, análisis que se elude, es ignorar la historia del socialismo. El prestigio ganado, y merecido, por Ovejero en sus brillantes artículos frente al totalitarismo nacionalista, especialmente el catalán, no debe hacer olvidar que ideológicamente postula un destilado del más puro marxismo, que incluso reivindica el término comunista en su libro-entrevista con Julio Valdeón “La razón en marcha”. Esa razón es marxista y estatista, en la misma medida que lo escrito por del Valle, tan inspirado por la obra de Ovejero. También incorpora ideas del pensador americano Mark Lilla, el cual las expone en su libro, de título equívoco para Europa, de “El regreso liberal”. Los que se llaman liberales en USA son de izquierdas y Lilla es nítido: “La identidad no es el futuro de la izquierda, ni es una fuerza hostil para el neoliberalismo. La identidad es el reaganismo para progres” (página 104).
Porque esa es la gran trampa de Izquierda Española y del bagaje intelectual que la inspira, que su oposición al identitarismo, el nacionalismo y todo lo que se conoce como ideología “woke”, no tiene a éstos como objetivo último sino al (neo) liberalismo, la economía de mercado y las libertades en general que sólo se legitiman si son tuteladas por el Estado. Es más, consideran todo ese universo identitario como una especie de excrecencia neoliberal que habría estimulado esa deriva para salvaguardar los privilegios económicos de la clase dominante. Las tesis que formulan están basadas en el materialismo dialéctico, la teoría marxista de clases y una ontológica superioridad del Estado para ordenar la sociedad por encima de sus integrantes (por ejemplo, sitúa al Estado como supremo educador con preferencia a los progenitores de los niños). Para ello no dudan en identificar la metodología individualista del liberalismo con un egoísmo “narcisista” (aquí del Valle en su libro copia el de Lilla), ignorando que el concepto liberal de individualismo está referido a la libertad de ejercicio de la acción humana en voluntaria asociación con otros y no derivado de la coerción impuesta por el Estado mediante la colectivización de los objetivos sociales. Es otra forma de exponer la mazorral acusación del “sálvese quien pueda” atribuida a los liberales. Por tanto, para entender correctamente a Izquierda Española debe leerse el libro del Sr. del Valle, junto al prólogo y el epílogo, donde el verdadero enemigo no es otro que el liberalismo, infiltrado como una Caballo de Troya a través de las políticas identitarias para desviar la atención de la izquierda de las injusticias sociales existentes con el objeto de mantener, según Martín Seco, una “dictadura de la clase dominante” (sic) y con ello la hegemonía del sistema de explotación capitalista. Debe ser que el liberalismo es culpable de los pactos parlamentarios de la izquierda gobernante con todo el nacionalismo sin distinción de izquierdas y derechas. En fin, la novedad de todo esto se comenta por sí sola.
Para despejar cualquier duda sobre todo lo expuesto y de la contradicción en la que se mueve el partido Izquierda Española, el Sr. Martín Seco nos aclara en su ya mencionado prólogo la realidad de las discrepancias entre una izquierda y otra (la autodenominada española). Dice el economista en la página 27 del libro escrito por del Valle: “Los miembros de El Jacobino (especie de think tank del que ha surgido Izquierda Española) no han perdido nada por el hecho de que fuese ignorada su solicitud pública de mantener una reunión pública con Sumar”. Si el nuevo partido quiere ser, y así se presenta, una alternativa crítica a la izquierda desde esa visión esencialista de los valores que considera axiales para su proyecto, es muy difícil entender ese intento de integrarse en Sumar que, como parte de esa desviación ideológica, debería ser incompatible con cualquier afán de convergencia. Ahora bien, como decimos, el objetivo a batir es el que es, el mismo de siempre, y por consiguiente que no se ilusione la derecha ni se preocupe demasiado el progresismo, nada es liberal y todo es izquierda. No podía ser de otra manera por mucho que se reivindique “española”, que debe entenderse como referencia instrumental a un Estado totalizador y nada más.