La Almuñécar fenicia y su romanización / Alejandro Irurzun Montoro

La llegada de los primeros fenicios a Almuñécar está impregnada de leyenda, ya que, según el relato mitológico antes de la fundación de Gadir en el año 1104 a. n. e., buscando el mejor sitio donde asentarse, recalaron primero en el lugar donde se ubica la actual localidad sexitana. Estrabón nos cuenta como “se detuvieron en un lugar del lado de acá del Estrecho, donde se encuentra ahora la ciudad de los saxitanos; y como quiera que, realizando un sacrificio allí no les resultaran favorables las víctimas…” decidieron seguir camino hacia las Columnas de Herakles.

Fuera de ese relato fantástico, de la importancia de la Seks fenicia nos habla principalmente la arqueología, ya que el año 1963 se descubrió, excavó y estudió la necrópolis fenicia Laurita, la más antigua del Mediterráneo Occidental, donde salieron a la luz tumbas de pozo y de incineración en urnas de alabastro de la XXII dinastía egipcia, fechadas con precisión entre el 850 y el 773 a. n. e., según las cartelas de los faraones Osorkon II, Takelot II y Sheshonq III, seguramente presentes diplomáticos para garantizar el envío de estaño, bronce y plata a Egipto, demostrándose una relación estrecha con el otro lado del Mediterráneo y el papel relevante de Seks.

Puente de Noy (Fotos del autor)

En la necrópolis aristocrática de Laurita los enterramientos son de incineración, enmarcados dentro del siglo VII a. n. e., y su continuación, especialmente en la de Puente de Noy, nos muestran el cambio producido en la sociedad sexitana, ya que al rito de incineración le empieza a acompañar el de inhumación gracias al influjo orientalizante, que se termina imponiendo durante los siglos IV y III a. n. e. Será a partir del siglo II a. n. e. cuando, paulatinamente, el rito de incineración vuelva a coexistir con el de inhumación y de manera mayoritario en fosas rectangulares con posibles indicios de utilización de sarcófagos de madera o plomo en los ritos de la población de origen semita hasta bien entrado el siglo I n. e., y se demuestra, igualmente, que el panteón fenicio pervive a través de los veinticinco amuletos y el escarabeo de una de las tumbas de la necrópolis de Puente de Noy. Será en ese siglo I n. e. cuando los enterramientos se empiezan a constatar en otros lugares anexos a la ciudad, cumpliendo con la tradición romana de que ningún cadáver se enterrará dentro de la ciudad, como parece indicar la presencia de los columbarios de Torre del Monje y La Albina.

Puente Noy (Foto del autor)

En esos primeros estadios de la romanización se produce la integración de las ciudades fenicias con las oligarquías romanas, que tuvieron en las relaciones clientelares una de sus vías principales, en unos casos producidas de manera espontánea entre conquistadores y conquistados, pero en otros muchos, auspiciados por el propio senado romano, lo que le sirvió a la sociedad fenicia para iniciar un proceso de acumulación esclavista que provocó el enriquecimiento de las oligarquías locales. Fue precisamente la económica una de las vías por las que inevitablemente la pervivencia de lo fenicio se fue diluyendo, en un proceso lento pero continuo.

Esa paulatina romanización de la ciudad fenicia de Seks es perceptible en la numismática. La ciudad de Almuñécar tuvo su ceca y sus monedas son reflejo de la aproximación paulatina a los modelos sociopolíticos y culturales romanos. Es a partir de la tercera serie, a mediados del s. II a. e. c., cuando encontramos en ellas elementos fenicios y romanos, como la Cabeza de Melqart y Tanit, dos de las divinidades de la mitología fenicia. Son también numerosas en sus acuñaciones las leyendas fenicio-púnicas como aleph, yod, mp´lsks o sks que encontramos junto con contramarcas con D. D. (Decreto Decurionum), que junto a atunes, delfines, estrellas y crecientes, forman el grueso de las representaciones monetales. En este proceso de ir hacia lo romano, será en la sexta y última, con fecha posterior al 49 a. n. e., en donde, pese a emplear ya la escritura latina, se siga manteniendo en el anverso la cabeza de Melqart con piel de león y clava al hombro, y en el reverso dos atunes con cartela latina de F. I. SEXS.

Otro de los aspectos en que se puede rastrear esas perduraciones hasta bien entrado el siglo I n. e. es en la cerámica encontrada en Sexi, tanto en la necrópolis de Puente de Noy como en la factoría de salazones de El Majuelo, en donde se constata desde principios del siglo II a. n. e. que junto a cerámicas locales fenicio-púnicas aparecen cada vez en mayor número ánforas grecolatinas de transición y de periodos posteriores, como vajillas en campaniense, sigillata italica, sudgalica y marmorata. Por los grafitos y marcas encontradas en varias cerámicas romanas sabemos con seguridad que durante los primeros siglos del Imperio en la ciudad se hablaba y escribía en fenicio-púnico, mucho después de que fuera absorbida por la estructura estatal romana, en una señal de que la población seguía manteniendo sus costumbres y modos de vivir.

De la mano de César se le concede a Almuñécar el estatus de municipium civium romanorum, que significó un punto de inflexión en cuanto a su transformación arquitectónica o “romanización urbanística” bien conocida por sus restos como la Cueva de Siete Palacios, su Acueducto o las Termas de La Carrera. Por su parte, la fábrica de salazones será reestructurada, construyéndose estancias para administración, almacenaje y una zona de desperdicios, así como la más que probable ubicación junto a ella de una instalación portuaria. La multiplicación de su actividad comercial de la mano de los negociantes originarios de la oligarquía fenicia local, ayudó a consolidar una hegemonía comercial de la ciudad con siglos de trayectoria. Los programas edilicios y el desarrollo económico fueron de la mano, sin que ello significara una ruptura con lo fenicio.

La plena incorporación de Hispania al Imperio, y con ella de Almuñécar, se produjo de la mano de Augusto. Con ello se terminó de atraer, en conciencia y en energía a los conquistados fenicios, asegurando así su integración cultural, su asimilación ideológica y su control político. La repercusión y trascendencia del edicto general de latinidad concedido a Hispania por el emperador Vespasiano en el año 70 n. e., puede considerarse la culminación de ese proceso, pero en Sexi, nada de lo descrito, estuvo reñido con la continuidad cultural y la pervivencia de sus tradiciones fenicias más profundas, sometidas, eso sí, a una capa de barniz romano que sólo el paso del tiempo borraría definitivamente.

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