La cabra

 

La cabra tiene porte de ser señorona y el blanco y negro del pelaje le otorga prestancia de cabra nada dada a tirar al monte. O sea, que te la encuentras allá donde la cumbre del monte Ida o por ahí y te crees en presencia de la ama nutricia del propio Zeus con el estilazo de Cruella de Vil.

A la cabra se le supone, tal la pose, desafiante, teta de dioses como la ya citada Amaltea. No es cabra legionaria, pues que puede ser la madre de todas las de la Legión y ya digo que de antigua es mítica y de glamour la de ciento un dálmatas.

Lo cierto es que el trabajo del fotógrafo se nota mucho, pues que no te sale por un cliquear el obturador una cabra top model por casualidad. Luego viene el laboral sobre el tono, el color, el brillo y el encuadre. Vengo a decir que la cabra no está improvisada como el político que se hace ello por nombrarlo concejal, no: la cabra viene igual o más retocada que esas señoras que siempre están igual de estupendas, aunque ya la elasticidad, el tono muscular, el brillo de su mirada, el equilibrio textural de sus carnes no sea el de la juventud y ahora es mezcla de ese quien tuvo retuvo que se expresan en inteligencia y una consentida y disfrutada pasada por el bisturí, los colágenos, retinoles y demás, y habla estupendamente bien de un vintage de Jacques Fath para un cocktail en Triestre y un estampado de Barceló para el sofá del salón que lo decora algunos elementos de Shiro Kuramata. Vamos, lady Foster.

También la cabra me hace compañía en mi palomar, en este pastoreo de nubes, en mi nido de gorrión que se asoma al Mediterráneo azul cinema paradiso y desde donde no se ve la crisis paisajística, el pelotazo inmobiliario; pues que el mar sigue siendo exactamente el mismo de cuando los fenicios iban y venían de sus asuntos de Gadir a Corinto y viceversa.

PE. La cabra presidirá el próximo 16 de junio /22 la exposición «Límites»

 

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