La poesía de la amistad / Tomas Hernández

 

Quizá uno de los cuatro amigos que hablaban aquella tarde, recordara que el poeta Rafael Guillén cumpliría pronto un montón de años. Quizá otro sugiriera la idea de un homenaje, una lectura de sus poemas. Alguno pensaría en ofrecerle al maestro los poemas que sus amigos y amigas, sus lectores, habían escrito motivados o relacionados con libros de Rafael Guillén. Quizá no fuera de ninguna de esas maneras, pero ese el el libro que esta tarde está sobre mi mesa, “Para decir amor sencillamente. Homenaje a Rafael Guillén”.

Juan José Castro Martín, Javier Gilabert, Fernando Jaén y Gerardo Rodríguez Salas, los cuatro amigos, han cumplido su promesa de homenajear al poeta con un libro que tuviera tantos poemas como años cumplía él. Se quedaron cortos. Recoge la Antología más de cien poemas, tantos fueron los amigos que acudieron a la invitación. El prólogo de Juan Carlos Friebe es sencillo y necesario para disfrutar más del fervor de la amistad, causa del libro.

Suelen las antologías ordenarse cronológicamente o por corrientes o estilos literarios. En ésta los poemas aparecen recogidos en cuatro apartados. Se abre cada uno de ellos con una cita de Rafael Guillén. Es pórtico del libro un poema de Francisco Brines, que es homenaje al amigo y también recuerdo y memoria de su reciente pérdida.

En la primera parte se recogen poemas sobre la creación poética (Gracia Morales, “Poetas”), aunque no todos desarrollen el mismo asunto, como el poema de Jenaro Talens, “Nina”, donde recrea los días de la infancia en la cercanía de Nina y Rafael, sus vecinos. Del amor nos hablan los poemas de la segunda parte. “Mi amor, causa y efecto del deslumbramiento”. Sobre el tiempo y su transcurrir reflexionan los poemas de la tercera parte. La última, más heterogénea y breve, se abre con un magnífico y limpio poema de Basilio Sánchez.

Se han reunido “Para decir amor sencillamente” poetas de todas las generaciones. Desde los que ya escribían en el siglo pasado hasta los más recientes, entre los que hay que subrayar los testimonios de las poetas más jóvenes.

Una lectura curiosa y divertida es la de las citas de Guillén que encabezan los poemas. Aquellas que más se repiten, las menos conocidas, quizás de lectores más atentos, los textos de Guillén intercalados y recreados en algunos poemas. “Siempre se vuelve solo del amor” aparece en tres o cuatro poemas; “si carne te pensé, viento te veo,” sólo en uno. Leer la huella de Guillén en las preferencias de sus lectores y amigos habría podido ser otra manera de hablar de este libro.

Agradecer a los cuatro amigos que hablaban una tarde, su homenaje de amistad y tiempo, que son el mejor de los regalos, al amigo y maestro Rafael Guillén.

Tomás Hernández

 

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