Se la escuchamos a Ayuso en el balcón triunfal de la noche de las elecciones. Dijo: “Y que sepa Sánchez que se le acabó gobernar con opulencia” (sic).
Busqué esta mañana noticias del dislate en los periódicos y en Internet y nada de nada. Entonces me fui a los diccionarios antiguos, porque siempre piensa uno que la palabra haya tenido cambios en su significado y tuviera alguno, lejano y perdido, que ya no le aplicamos. Pero tampoco, Covarrubias (1611) no la recoge y el Diccionario de Autoridades (1773) dice que opulencia es “abundancia, riqueza y sobra de bienes”. Hasta en la raíz indoeuropea de la palabra, opulencia es opulencia, o sea, riqueza. Así que al pie de la letra, lo que la arrasadora en votos y gracias dijo es que Sánchez había sido un manirroto; vivir en la opulencia se dice de los manirrotos o de los muy ricos, y que eso se había acabado; desde ella en adelante se gobernaría en la austeridad o la pobreza, que son los dos antónimos que me vienen al tirón. Pero tampoco podía ser eso.
Recordé esa modalidad lingüística que Ana Durán llama “el español aproximado”. Y creo que se puede aventurar una posible interpretación de la amenaza. Y si fuera, “que sepa Sánchez que se le acabó gobernar con prepotencia”.
Ayuso, entre otras cosas, es una rara mezcla de victimismo y prepotencia. Víctima frente al tirano Sánchez, ella sola levanta su grito de libertad; prepotente en su desprecio continuado y miserable de la verdad. No voy a repetir aquí las razones que sobre el triunfo de una y el fracaso de otros, analizan hoy los especialistas, pero me llamó la atención que ante el lema de Ayuso, “comunismo o libertad”, no se recordara lo suficiente que si alguien “se batió el cobre” contra la dictadura de Franco fue el Partido Comunista de España. Recordarlo, digo, aunque sólo sea para “desfacer el entuerto” y honrar la verdad.
No sé si me gustaría mucho vivir en la opulencia; en la ignorancia, desde luego, no.
Tomás Hernández