Con la toma de posesión como Presidente de Argentina de Javier Milei se culmina lo que sin duda puede ser calificado como un prodigioso acelerón de la historia. Hace dos años el economista accedía al Parlamento como diputado y hoy es el primer mandatario de la Nación. De tertuliano polémico en medios audiovisuales a la máxima magistratura del Estado, uno de los pocos casos, aunque cada vez menos raro, en los que esos a los que llaman “outsider” se encaraman en la cima del poder. Las reacciones mediáticas han sido bastante tópicas porque han hecho básicamente seguidismo de la narrativa de la izquierda radical y ésta no ha hecho más que insistir en los lugares comunes que han creído eficaces para desacreditar al Presidente recién investido. Desde insistir en recordar machaconamente las salidas de tono de Milei y sus propuestas más polémicas y criticables, a situarlo en la extrema derecha, la paleta de colores que dibuja su descalificación integral no ha dejado el más mínimo espacio donde pudiera caber el beneficio de la duda. Las formas populistas de Milei, mucho más comedido desde que ganó los comicios, no prejuzgan el fondo de sus decisiones de gobierno por cuyos efectos deberán ser analizadas. A Nicolás Maduro, por contraste, no se le critica esencialmente por sus formas, que dejan mucho más que desear, aunque los medios no le dediquen tanta atención, sino por unas políticas ruinosas y represivas que han destruido moral y económicamente a Venezuela. Ahora anda, como enseña el manual del autócrata con graves problemas internos, en una aventura expansionista que puede provocar un conflicto armado con Guyana. ¿Seguro que el peligro real es Milei?
Es preciso resaltar que el acto de traspaso de poderes fue modélico en las formas por ambas partes pese a las profundas discrepancias políticas. Pero eso queda para el protocolo, a Milei lo están “esperando” los sindicatos peronistas y todos los sectores machihembrados con la burocracia gubernamental que en modo alguno van a ceder las posiciones de privilegio que les garantiza la tutela del Estado. El anuncio por parte del Presidente de privatizar Aerolíneas Argentinas ha sido replicado por los representantes de los empleados diciendo que antes los tendrán que matar. Lo llamativo del caso es que la propuesta consiste en entregarles gratis la propiedad de la compañía y pagar el Gobierno los salarios y los costes de explotación durante un año. Se ve que eso de la propiedad de los medios de producción para los trabajadores queda muy bien para presumir de haber leído El Capital y en los mítines donde se hiperventila ideología, no para asumir riesgos, pese a que hay quien asegura el origen celestial, y por tanto injusto, de las ganancias empresariales. Al nuevo Gobierno no se lo van a poner fácil las organizaciones que se han hecho muy poderosas durante el largo período del mandato peronista y desde luego más de uno ya estará soñando con ver a Milei saliendo en helicóptero de la Casa Rosada como Fernando de la Rúa antes de que concluya su mandato.
Javier Milei no ha llegado tan rápido al poder ni por una mayoría tan aplastante por circunstancias anómalas sino en verdad perfectamente lógicas y desde luego comprensibles para quien abre los ojos a los hechos. Los argentinos no han votado otra cosa que libertad, hartos de un estatismo que sólo les ofrecía como horizonte una vida de supervivencia. A través de los medios y las redes se puede tratar de desinformar a quienes no viven la realidad de un país en quiebra, con altos índices de pobreza, sin futuro para sus jóvenes y cuya moneda se deprecia a ojos vista, no a los argentinos que han hablado con fuerza por medio de sus papeletas en las urnas. Se puede, como el Sr. Errejón, prescindir del hecho de la votación democrática de los electores y hablar en su lugar de oligarquías y recortes, como si la administración saliente no fuera una oligarquía de orden doméstico y como la mayoría de la población no padeciera ínfimos niveles de bienestar, devastados por un sector público extractivo y desincentivador del esfuerzo. Pero cuando se dice que el Iphone existe gracias a los esfuerzos del emprendimiento estatal, se puede sostener cualquier cosa. La mayoría de argentinos han dicho con su voto que quieren ganarse el futuro, no que se lo prometan cada cuatro años para no llegar nunca.
El estilo populista de Milei, empero, no ha cedido a la demagogia ni a la creación de falsas expectativas de una mejora inmediata de su bienestar inmediato. Muy al contrario, ha dicho en su toma de posesión que los sacrificios van a ser importantes y que los próximos dos años serán muy complicados para el país, en lo que se parece más a un “sangre, lágrimas y sudor” churchiliano que a la típica demagogia populista. Su rotunda expresión “no hay plata (dinero)” condensa en pocas palabras el legado que le dejan y ha anunciado que en todo caso los recortes empezarán por el sector público y no por el privado, esa solución tan socorrida por la que optan muchos gobernantes para arreglar los desastres de sus propias decisiones. El resultado de las elecciones habla de un conocido tan malo que lo por conocer no puede empeorarlo. En política no hay intenciones buenas o malas porque siempre es una lucha por el poder, la cuestión reside en lo tolerable de la ambición de quien lo ejerce y es evidente que los argentinos han pensado que los peronistas habían llegado demasiado lejos.
José María Sánchez Romera