Por Elena Navas
En este nuevo Paseo por la Historia, recorreremos algunas de las numerosas ermitas que tiene Almuñécar, lugares sagrados que se han perpetuado en el tiempo y que han cumplido una función religiosa y social muy importante a lo largo de toda la Historia.
Las ermitas son espacios de culto cristiano que se diferencian de las iglesias en que no tienen culto continuado, sino que se suelen celebrar misas el día de la festividad de la santidad a la que están dedicadas, y en algunas ermitas además, se celebran romerías y actos festivos en su honor.
El origen de las ermitas está en esos lugares pequeños, de oración y recogimiento que estaban cuidados por algún fraile o ermitaño. Lugares de paz y tranquilidad, aislados de la sociedad, para poder estar en soledad y dedicarse de lleno al sacrificio y la oración.
El nombre ermita proviene de la palabra griega eremita y significa desierto, refiriéndose a ese espacio alejado de la ciudad y de la civilización. Al comienzo del cristianismo, los eremitas o ermitaños eran personas que se retiraban para llevar una vida solitaria y austera, buscando así acercarse a dios. Eran anacoretas, es decir, personas que se retiraban del mundo para vivir en penitencia y rezando por la salvación del mundo. La diferencia con los frailes, es que siguen su propia forma de vida, mientras que los monjes suelen profesar votos públicamente, consagrando su vida a dios a partir de vínculos sagrados que se crean a través de los obispos y las órdenes religiosas.
Las ermitas solían estar en espacios pequeños, situados fuera de las ciudades. En ocasiones ocurre que una ermita consigue que se establezca alrededor de ella una población y otras veces ocurre lo contrario, que una iglesia acaba siendo ermita porque queda despoblado su entorno y queda aislada.
En Almuñécar hubo varias ermitas, algunas dentro de la propia ciudad, como la de Santa María y la de Santiago; otras en el entorno inmediato, como la de San Miguel y la de San Cristóbal; otras un poco más alejadas, como las de San Sebastián y San Lázaro; o muy alejadas, como la de Bogéjar. Esta última, aunque está en Jete, en época moderna formaba parte de Almuñécar, por eso la hemos incluido en nuestro Paseo por la Historia.
Ya hemos mencionado en varias ocasiones el manuscrito titulado Almuñécar ilustrada y su antigüedad defendida, que se escribió en 1658; a través de este escrito, obtenemos información sobre las ermitas que estaban en funcionamiento en el s.XVI y XVII, aunque algunas tendrían un origen mucho más antiguo. Pero hoy nos vamos a centrar en las ermitas que están más retiradas de la ciudad. Por eso nuestro paseo por la Historia de hoy arranca en el curso alto del río Verde.
En la actualidad Jete es un municipio independiente, pero en el s.XVII, pertenecía a Almuñécar, por eso vamos a visitar un espacio natural extraordinario, situado a 4km de Jete, conocido como el Salto de Bodijar, dónde existe una cueva de toba con un desnivel de 60m, que conforma un balcón natural hacia el mar y toda la cuenca del río Verde.
La toba es un tipo de roca que es muy porosa y ha sido utilizada frecuentemente en edificios antiguos de Almuñécar. Este tipo de roca se forma cuando el agua subterránea disuelve rocas calizas y al salir a la superficie deposita capas de carbonato cálcico sobre las raíces de las plantas y sobre el musgo, cubriéndolo poco a poco. Con el paso del tiempo esos vegetales desaparecen y quedan sus huecos en la roca.
En este lugar, el agua es el elemento clave que riega la tierra y provoca una explosión de vida vegetal. Hoy día está rodeado de árboles frutales tropicales como los nísperos, chirimoyos y aguacates. Aquí nace un manantial de agua conocido como la Fuente de Bodíjar, que es fundamental para el cultivo de toda esta zona.
Los nacimientos de agua tan importantes como este, suelen ser lugares sagrados desde la prehistoria, y la Fuente de Bodijar, no iba a ser menos, por eso se encuentran restos de ocupación humana del entorno desde el Neolítico.
No es de extrañar que el sentido sagrado del lugar se mantenga a lo largo del tiempo y en época cristiana se le atribuye la aparición de la virgen, de ahí que muy cerca del nacimiento de agua se construya una ermita a la Virgen de la Cabeza de Bodíjar.
El Santuario de Bodíjar, situado en la cabecera del Barranco de Bodíjar, se conoce desde el s.XVI, y en esa época tenía adosadas unas viviendas que servían para alojar al ermitaño que la cuidaba, y también, como albergue para los fieles que llegaban hasta allí. En el interior de la ermita, en el altar mayor, estaba la imagen de la Virgen que era muy venerada por todas las personas que vivían en esta región, que creían que la virgen los protegía y ayudaba.
Se celebraba una fiesta en el último domingo de abril, y de su organización se encargaban 2 personas que lo solicitaban, y a los que se les nombraba para formalmente para esto. A ella acudían muchísima gente, del entorno cercano e incluso comerciantes y gente de muy lejos, que habían oído hablar de esta Virgen. Se decía misa solemne y se realizaba una procesión saliendo de la ermita, durante la cual, se van turnando las personas que portan la imagen de forma tan coordinada que no se perdía el paso.
Se cuenta que la procesión pasaba por los sembrados y estos quedaban muy estropeados, pero que a los pocos días, milagrosamente, se recomponían y daban mucho más fruto que todas las hazas de alrededor.
Ocurrió que en aquella época, estaba el Teniente de Corregidor de Almuñécar asistiendo a la procesión y vio que todo el mundo pasaba por encima de un sembrado de trigo, estropeando las plantas, por lo que procuró evitarlo intentando apartar a la gente hacia el camino, hasta que llegó el dueño de la tierra y le pidió que por favor permitiera pasar a la gente por su sembrado, porque según la experiencia que tenían, la cosecha de trigo sería muy buena gracias a la virgen que pasaba en procesión por allí.
En la actualidad, curiosamente, en Jete, después de 400años, se continúa celebrando esta romería el último domingo de abril.