Por los caminos del Dharma

Foto y texto: Javier Celorrio

Ya no hay vagabundos del Dharma, ni jóvenes airados en la carretera, ni beatnik, ni hippies con el signo de la paz acuestas con una extraña filosofía que mezclaba a Cristo, el Che, Buda o Mao mientras comulgaban con LSD. La imagen de un hombre orquesta en un mercadillo de viejo es como la memoria de aquel folk vestido de tela vaquera muy usada en la voz de Seeger, Woody Guthrie o Dylan. De los libros de Kerouak todavía pueden encontrar algún ejemplar en los puestos de libros viejos tan desvencijado como los tejanos inventados por Levi Strauss & Co. en 1871.. El hombre de la guitarra y la armónica viene atravesando aquel underground por el tiempo a la manera de una estrella apagada en el firmamento hace cientos de siglos y cuya luz todavía sigue llegándonos por efecto de la velocidad de la luz. Es como ese piano de Keith Jarret que suena de fondo mientras escribo y cuyas notas del Concierto de Colonia posee la magia de devolverme los nombres, cuerpos, sueños de unos años setenta en los que confiábamos que todo era posible.

Jarret y el guitarrista vagabundo manan luz de los ya extinguidos días del esplendor en la hierba.

 

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