Por septiembre, higos

 

A la breva en junio sucede el higo de septiembre y dicen que el higo por San Miguel es dulce como la miel. A la higuera se la ha fotografiado poco no así al fruto de sus dos cosechas que tanto la breva de junio como el higo de septiembre han sido motivo de innumerables bodegones en la iconografía de los pintores.

La higuera retratada es urbana y crece en un solar como tiesto poniendo aroma y verdor a la calle. El árbol, que necesita de pocos cuidados y arraiga hasta en las rocas, crece con pincelada vintage en el mobiliario urbano. Alguien puede preguntarse si es una foto denuncia de solar con árbol, pero lo que se está fotografiando es el túnel del tiempo y la naturalidad de una vegetación mediterránea; pues que no solo de palmerales vive el paisaje callejero y esto es una denuncia del gozo que da pasar por esa calle y oler el jugo blanco de la salvia sensual de la higuera.

Digo y redigo que la breva no es higo.
A quien le gusten las brevas, no hable mal de la higuera.
Entre el higo y la breva, la segunda, es la primera.
Le dice el higo a la breva, déjame libre la higuera.

Ramiro Pinilla escribió un magistral relato llamado «La Higuera». Toda una historia desde el punto de vista de un hombre que lo único que hace es cuidar una higuera. Demuestra eso que todo escritor dice, pero pocos cumplen: se puede hacer una novela de cualquier cosa. Pinilla lo hace y no solo eso, sino que es capaz de tenernos en vilo, atenazados, transformados en atentos lectores, durante todas las páginas que dura el relato de Rogelio Cerón; rato en el que se nos olvida el tono rural del texto, en el que se nos olvida que está hablando de la Guerra Civil y del franquismo, en el que por medio de una higuera, un protagonista y un puñado de personajes más, es capaz de enfrentarnos a lo mejor y a lo peor del ser humano.

Septiembre es del higo y dicen que los romanos tenían en su mesa por muy reputados estos de la sexitania.

 

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