Como consecuencia de toda esa fantasía semántica creada por el posmodernismo, ya anticipada por Orwell, el lenguaje puede disociarse de los hechos para suplantarlos o convivir con ellos en situación de equivalencia. La capacidad de transmisión de datos que ha alcanzado el mundo digital unido al ya tradicional de los medios de información, muy mimetizados con ese universo hasta el punto de ser casi una misma cosa, ha llegado a un estadio en que es perfectamente posible hablar de una vivencia simultánea e indistinta, alternativa en último extremo, de mundos paralelos, el físico y el virtual.
El excandidato, antes y durante tampoco dejó de serlo, Sr. Tamames esbozó algo de esta idea cuando en una de sus intervenciones le espetó al Presidente del Gobierno que tenía “tendencia a la ucronía”. La Vicepresidenta Primera del Gobierno dio un respingo en su escaño y preguntó al Presidente del Gobierno (“¿el qué?), como si hubiera oído una palabra proveniente de alguna lengua muerta. La rigidez del rostro del Sr. Sánchez moviendo de forma casi imperceptible la parte izquierda de su labio superior, dejó viva la incógnita. Ucronía resultó para ambos una expresión casi marciana, turbadora, lo que podría haber evitado el orador teniendo la cortesía de titular el discurso presidencial como “El maravilloso mundo de los hermanos Grimm”. Puede que el excandidato pecara de cierto elitismo, sobre todo teniendo en cuenta el nivel que exhibieron bastantes portavoces, por no ser más asequible, pero es forzoso reconocer que acertó en el empleo del término: el Gobierno denota a través de sus discursos, alienados de la realidad más evidente, habitar una ucronía.
Será bueno recordar que la primera ucronía de la reciente historia de España se debe a Jesús Torbado, autor de un libro titulado “En el día de hoy”, cuyo hilo argumental era un original fantaseo histórico que se inicia con el desfile de la victoria atribuida en la obra al bando republicano al terminar de la Guerra Civil, con Franco (ese Lázaro al que la izquierda le dice “levántate y anda” cada vez que la ocasión lo requiere) huyendo al exilio en Cuba. Mereció el premio Planeta de 1.976 y demuestra que las cogitaciones sobre la llamada “memoria histórica” no son un asunto reciente sino el producto de una pesada digestión intelectual que terminó pasando de las musas al teatro. La ucronía, algo que seguramente ni pudo imaginar el Sr. Torbado, alcanzó rango de ley porque para lo que está prendido en lo puramente ideológico no rigen los principios de la objetividad y la lógica sino los de voluntad hecha poder llegado el momento.
En el devenir de la legislatura no ha hecho más que agrandarse la distancia entre lo percibido y lo que se nos ha ido relatando desde el oficialismo que ha querido convertir en hechos la prosa llevada al BOE. En economía, por ejemplo, cada día la narrativa del poder va presentando acontecimientos que podrían ser posibles, pero que nunca ocurren ni están ocurriendo. Se dice que los precios de los productos se moderan gracias a las medidas del Gobierno, a la vez que desde el propio ejecutivo otros miembros piden la intervención de los precios de la economía, demostrando que no es cierta la contención de la subida del coste de la vida. El mismo sesgo que tomará por desgracia la reforma de las pensiones sustentada en unas previsiones de recaudación que como tales y teóricamente podrían ser, pero que no son ni serán porque ni la pirámide demográfica responde a esas previsiones ni las circunstancias mundiales anticipan un futuro de estabilidad que permitan razonablemente creer en ello o vislumbrarlo como posible. El número de parados se jibariza en ese oxímoron de lo fijo-discontinuo y así sucesivamente, donde en última instancia lo deseado y lo que realmente vivimos pretenden equipararse como experiencias sensoriales idénticas. El caso es que la economía no es un factor de la política, lo es la política de la economía, negarse a entender esto conduce al reiterado fracaso del socialismo.
Podrían citarse bastantes, aunque ninguna ucronía tan célebre como ese dramático episodio de los túneles que no amaban a los trenes que pasan por Asturias y Cantabria. No puede discutirse que resulta una hipótesis plenamente aceptable que los túneles en su día podían haberse construido con otras dimensiones adecuadas a los trenes proyectados, razón por la cual habrían atravesado sin problema el espacio habilitado para ello, aunque desafortunadamente para los diseñadores la historia de su construcción fue otra. En este caso la íntima relación entre la física y las matemáticas hizo despertar al Gobierno de los sueños de la razón, esa que produce monstruos o, para el caso, ucronías ferroviarias. Con lo que se demuestran las graves consecuencias que provocan las discordancias entre lo se elucubra y lo que existe materialmente. Similar desconcierto, que provocará una necesaria reforma a corto plazo, causa ver a un varón, en la más amplia extensión biológica del término, diciendo que es una mujer, con el indudable fin de acceder con mayor facilidad a un puesto de policía. Una ley ha vaciado de significado los vocablos hombre y mujer, para dar prevalencia a una autopercepción que alcanza así la imposible categoría de hecho el día que se inscribe en el Registro Civil, lo que nos remite al Marx más inteligente de todos (Groucho): “¿A quién vas a creer a mi o a tus propios ojos?”. La pregunta que desde el poder se nos hace cada día.