La historia de los hallazgos arqueológicos fortuitos ocurridos durante el siglo XIX en el territorio de la ciudad de Almuñécar no deja de sorprendernos aunque, desafortunadamente, en esa época la mayoría de los objetos y piezas arqueológicas encontradas acababan en colecciones particulares de gente pudiente, en el mejor de los casos y, en el peor, acababan fuera del país vendidas en países extranjeros, por lo que sólo tenemos referencias de estos hallazgos a través de las noticias que informaban de su descubrimiento.
Uno de estos hallazgos fortuitos se produjo en la segunda mitad del siglo XIX, según informa la Sociedad Española de Historia Natural, cuando al hacer un pozo en la vega de Almuñécar, a unos doscientos metros de la orilla del mar y a veinte metros de profundidad, apareció un barco de donde se sacaron algunas monedas de los emperadores Maximiliano y Diocleciano, lo que nos confirma una cronología “post quem”, para esta nave, a partir de finales del siglo III después de Cristo.
Además de las monedas, parece que se recuperaron algunos utensilios navales, sin especificar más sobre el asunto.
Según la información sobre este hallazgo casual, su verificación procedió de un hermano político, lo que viene siendo a todas luces un cuñado, de D. Luis Fernández Guerra, hermano a su vez, de D. Aureliano Fernández Guerra, dos ilustres zuhereños (Córdoba), que pasaron su infancia y juventud en Granada y que fueron académicos de la Real Academia Española en Madrid. Quizás a alguno de los lectores les suene el apellido Fernández Guerra, pues ya apareció en el artículo “El busto de Baco coronado de hiedra, procedente de Almuñécar, del Museo Arqueológico Nacional” (Costa Digital.es de 02 de marzo del 2020), pues fue un familiar de D. Aureliano quién en el año 1933 vendió la colección arqueológica de éste al Gobierno de la República quien la depositó, a su vez, en el Museo Arqueológico Nacional. No hay que olvidar tampoco que las piezas arqueológicas procedentes del Cerro de San Miguel de Almuñécar fueron regaladas por Doña Encarnación Márquez al propio D. Aureliano Fernández Guerra, como así consta en el reverso de las mismas.
Hemos indagado sobre el cuñado de D. Luis y su posible relación con Almuñécar, y hemos descubierto que, efectivamente, D. Luis Fernández Guerra se casó con Dña. Carmen Valverde Orozco, quien tenía un hermano llamado José Valverde Orozco, el cual fue indemnizado con 25 pesetas de la época, para las reparación de su casa en Almuñécar con motivo del terremoto que asoló las provincias de Granada y Málaga el día de Navidad del año 1884, como se expone en la relación nominal de los propietarios auxiliados por la comisaria regia para la reedificación de los pueblos destruidos por los terremotos.
Una vez verificada la relación del cuñado de D. Luis Fernández Guerra con Almuñécar, lo que demuestra la veracidad de la noticia, nos quedaría tratar de localizar la posición del pozo, tomando como referencia los doscientos metros de distancia a la orilla del mar.
Hemos localizado, a través de las fotos aéreas de 1945 y 1956, un único pozo que se encontrara a esa distancia de doscientos metros de la playa de San Cristóbal, cerca de la desembocadura del río Seco. Según un plano del año 1945, se denominaba “Noria de Fonollá”. Esta noria es la que ha dado nombre al colegio de primaria de la zona y estaba situada donde hoy se alzan los aparcamientos de un conocido supermercado. Quedaría por ver si en la construcción de dichos edificios llegaron a profundizar veinte metros en el subsuelo, lo que habría afectado a los restos arqueológicos del pecio o si, por el contrario, todavía existe la posibilidad de que en un futuro muy lejano, si se llegara a reformar de nuevo esta superficie, alguien recuerde que es posible que aún esté allí esperando descubrir sus secretos un pecio del Bajo Imperio Romano que se hundió frente a la factoria de salazones de la ciudad de Sexi Firmum Iulium.