Ahora las venden plastificadas y partidas por la mitad con un color rosáceo pálido de sucedáneo como acuarela amateur y que nada tiene que ver con aquella pincelada fauve y punzante de las pepitas negras sobre el abrasador rojo de Matisse. Son series pop alineadas en un estante sin nada que ver con la sandía salvaje de entonces de escupidas pepitas al aire. Sobre la sandía tengo alguna anécdota y no precisamente rijosa como la de un chiste. Pero tampoco quiero contarla, pues que vengo a presentar de qué va esto de calar la sandía y de su escritura.
La cala, cosa de probar el material, que tampoco se hace ahora, pues que ya digo que la cucurbitacea te la venden ya aséptica, viene a mostrar, a descubrir las calidades o deficiencias de un material, que aunque se presente plastificado, maquillado con extracto de cochinillas, que es como ahora lo pigmentan todo, con el simple tajo profundo del cuchillo en la materia se diagnostica lo que hay por color y textura. O sea, que la sandia es a esta columna-blog una metáfora de la vida y la cala es el punto de vista de quien la transita en primera persona o la bloggea. Del cuchillo que la cale, ni hablar ahora.
La sandía siempre me ha parecido veraniega y refrescante en noche loca de cuando las tenía, que ya me cansa un poco la nocturnidad y su sociedad del mojito; pues que nosotros cuando entonces tomábamos cocktelería de sandía con vodka premium que daba la marcha y ponía glamour a nuestra loca juventud. Lo del mojito va quedando hortera, un asunto de serie americana con locatis en fin de semana y pasada de años, aunque el bartender lo aromatice con secretos de alambique que pone un chic al mejunje cubano.
Pero este verano el jazmín, el nardo, el salitre, los galanes trasminan como sucedáneos por culpa de las mascarillas. Es un verano no verano como lo es este blog: un columnario que es columbario de verano. Columnario estival por su estructura y la sandía que lo mienta y columbario porque los calores llegan a mí como la primavera romana le llegaba a la señora Stone: un climaterio, un sofoco de años en ella y la maldita mascarilla en mi que al calor añade dos grados más. Así creo que los del tiempo debieran decir 42º en Cordoba y añadan 2º más por el uso de mascarilla.
En los restaurantes la sandía la ponen caliente y si no es buena en macedonia. No hay color con esa raja roja pincelada de pepitas negras a la ribera del rio o a la orilla del mar como postre al filete empanado y la tortilla.
J Celorrio
