Los cines de verano, al menos en mi pueblo, han abierto sus puertas con todas sus medidas higiénico sanitarias a punto.
En este momento, donde la nostalgia es ya lo que hacíamos el verano pasado con la tópica típica frase de cualquier tiempo pasado fue mejor, podemos rebajar la guardia mental del contagio y la mascarilla mientras nos adentramos en la fábrica de sueños proyectados sobre el blanco de la pantalla y el cielo es un infinito misterio de estrellas indiferente a nuestras plegarias y turbulencias de fin de época. Acaso estamos viviendo aquello que contaba Stefan Sweig hace un siglo en «El mundo que conocimos».
Y en el que conocimos, hay nostalgia de pandilla adolescente, de rubio emboquillado a hurtadillas, de manos con primera gestualidad de comprender el extraño cosquilleo que produce el tacto de una piel contra otra. Los cines de verano, parrillas de arte de vida y estudio del paisaje estelar, tienen escritas múltiples nostalgias en su ámbito.
Verano y cine, un buen tema para una sociología de la educación sentimental de una o más generaciones. Espacio nocturno contra lienzo blanco donde una salamanquesa hace sobremesa y arte y ensayo y Peplum Steve Reeves, Tarzan Gordon Scott y Gina de reina de Saba. Pipas de girasol forrando suelo y espacio sonoro. Y mucho público infantil en películas de mayores con reparos según la censura parroquial.
El verano, los veranos, aquellos veranos serían menos verano sin aquellas terrazas con soporte de tierra donde aprendíamos el cine, los sentimientos y la vida. Y donde por vez primera vimos las selvas africanas, los clásicos interpretados por Cineccitá en color de luxe, Bahía de Palma y melodramas de besos robados por la censura. Verano, cine, erotismo y mitomanía. Salitre sobre la pantalla donde un Kirk Douglas-Ulises se debatía atormentado, atado al palo de la nave, de los cantos de sirena.
«Pido perdón, por confundir el cine con la realidad, no es fácil olvidar Cahiers du cinéma, le Mac Mahon, eso pasó, son olas viejas con resacas de la nouvelle vague» decía Luis Eduardo Aute.
J Celorrio
