Tras el silencio del confinamiento ha vuelto la agitación acústica provocada por los tubos de escape desbocados de las motos. Desconozco si hay alguna distinción que premie a los lugares turístico por su calidad acústica, como hay banderas para la ambiental de las playas. Debería haberla porque el turista y el nativo lo agradecería. Siempre la zanahoria ha sido aliciente para el animal perezoso y a lo mejor con un premio y una foto la autoridad determinaba poner algún remedio a ese trallazo que cruza los paseos Ikeas de la postransición y los remozados cascos antiguos de las poblaciones que venden prosapias milenarias y donde encontramos a una acémila subida a un ruido.
Parece que nos hemos acostumbrado fatalmente a ese fondo ambiental, a esa gruesa, áspera cuerda musical que invade cualquier intimidad perforando el oído. El silencio continuado es motivo de ansiedad para algunos que llegan a graves patologías al no saber gestionarlo.
En el lado contrario, el ruido puede provocar, aparte problemas cardiacos, el conocido como Tinnitus o Zumbido de oídos, que muchos hemos sufrido en distintas ocasiones o la Hipoacusia Sensorial por ruido, que provoca una disminución progresiva de la audición y aumento de la voz en la conversación con nuestros interlocutores.
En la foto, Marlon Brando creaba su mito sexual en Salvaje pero también el modelo de la pandilla violenta asida a la furia y el ruido. Brando posteriormente abominaba de esta cinta aduciendo que lo que «se quería era explicar la psicología del gamberro y lo que se consiguió fue simplemente mostrarla».
Hoy lo que ves, en la calle digo no en Brando, es una mueca de estupidez en quien conduce el cacharro con signo de victoria que pregona su triunfo sobre el ruido y sobre el resto de mortales: su ego ruidoso y banal sobre el silencio de los demás. Pero también el triunfo sobre quienes debieran sancionar y no lo hacen. En esto último hay que admirarlos.
J Celorrio
