Argentina: el movimiento continúa / José María Sánchez Romera

Hace casi dos años, un año y once meses justos, publiqué en este medio un artículo titulado “Argentina se mueve” (costadigital.es › argentina-se-mueve-jose-maria-sanchez-romera) dando cuenta de un hecho que a la mayoría dejó completamente indiferentes. Un tal Javier Milei había sido elegido diputado al Congreso de Argentina. La importancia del hecho residía en la novedosísima circunstancia de un político que defendía sin complejos el capitalismo, la liberación del yugo estatal como verdadera forma de progreso, y no al contrario, y su propuesta de acabar con el robo gubernamental mediante el recurso inflacionario derivado de la impresión masiva de moneda para financiar el gasto político del Estado (porque de eso se trata). Una auténtica revolución en la Argentina kirchnerista heredera del peor peronismo (si es que tuvo algo de bueno), esa mezcla de fascismo, socialismo y nacionalismo que ha sumido al gran país platense, un territorio que es tan inmensamente rico como para proveer de alimentos a cuatrocientos millones de personas y está tan mal dirigido que tiene a un 40% de su población sumida en la pobreza.
Este domingo el desconocido economista Javier Milei ha ganado las PASO (acrónimo con el que son conocidas las primarias en Argentina) en su país obteniendo el 30% de los votos y superando al resto de candidatos. Este resultado ahora sí ha llamado la atención y ha puesto en guardia a “los socialistas de todos los partidos” al ver peligrar sus parcelas de poder por el efecto mimético que este movimiento político liberal puede provocar en su denuncia del actual estatismo extractivo. La realidad es que no debería llamar en exceso la atención si tenemos en cuenta que a fecha de hoy, la inflación en Argentina supera con creces el 100%, sólo pensar cómo nos ha empobrecido aquí estando en el entorno del 10% podemos imaginar lo que eso significa, el peso argentino no vale nada, los dólares de la gente son robados por el Gobierno para financiarse mediante el famoso cepo,  millones de niños no llegan a disfrutar de dos comidas diarias, la delincuencia campa a sus anchas y todo el que puede, entre otros muchos problemas, sale de allí, en una descapitalización humana esterilizante que contrasta con los millones de inmigrantes que iban a aquella tierra hace décadas a buscar la prosperidad. Pues bien, frente a esa situación objetiva de la nación argentina una gran parte de los medios de comunicación españoles han recibido la noticia de las elecciones argentinas puede decirse que “a portagayola” siguiendo la jerga taurina. La mezcla del ya habitual lenguaje corrupto, ignorancia y mala fe con la que se ha presentado una votación democrática no viene sino a corroborar nuestra propia miseria nacional, la cual, de no mediar tanta manipulación entre emisores y receptores de las noticias, debería ser un buen aviso sobre las consecuencias de ciertas políticas llamadas del progreso.
Prescindiendo de forma deliberada de la lamentable situación de los argentinos, el candidato de “La Libertad Avanza” fue calificado de “fascista”, “populista”, “extrema derecha”, “ultras a secas o “ultraliberal” y “anarcocapitalista”. De todos, el de populista y los dos últimos son más o menos acordes a la ideología de Milei, sin embargo, el uso indistinto de todos los demás para designar lo mismo es una manipulación que incurre además en lo contradictorio. El ultraliberal es como máximo enemigo del estado y como mínimo de un estado que no se reduzca a su expresión más básica, que es lo que propone Milei. La demagógica sinonimia entre liberal y fascista, un clásico en realidad, sólo puede demostrar ignorancia o mala fe, ¿qué clase de extraño fascismo es ése que propugna la reducción del poder de intervención del estado? Por otra parte, el populismo no es una ideología sino la forma práctica en que se transmite un mensaje político que en el caso de Milei se completa con un elevado nivel intelectual. Más allá de que ese estilo pueda gustar a algunos más o menos, no parece que el derecho a practicarlo tenga que ser exclusivo del llamado progresismo para vender sus discutibles teorías. Pero esa es la estrategia impuesta por quienes mientras llevan a la ruina a sus países avisan que viene el lobo, cuando la realidad es que los lobos son ellos y los argentinos parece que se han dado cuenta.
El corpus ideológico de Milei se condensa en la definición de lo liberal debida al pensador argentino Alberto Benegas Lynch (hijo): “El respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa de tres derechos: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”. Encontrar en esto algún parentesco con cualquier ideología totalitaria sólo puede venir de ideólogos totalitarios que suelen atribuirse a sí mismos la condición de salvadores de la humanidad a los que por cierto nadie ha encomendado tal cosa. Pero perderse en las cuestiones concretas del programa de La Libertad Avanza, algunas de las cuales son ciertamente discutibles, no debe confundirnos. Milei es el dedo que señala una luna de miseria, corrupción y hartazgo de los argentinos con un sistema paternalista y en gran medida corrupto que los han conducido a una precariedad endémica. Frente a estas evidencias hay que observar cómo el debate político ha sido desplazado de la eficacia que deben tener las decisiones o no intervenciones de los gobiernos, al supuesto peligro que representan quienes impugnan esos estatus quo ruinosos para las naciones. Si ganara Milei las elecciones, que no será nada fácil, y aplicara las medidas que propugna, no sabremos cómo podrán salir las cosas, en todo caso peor que ahora será muy difícil y desde luego como fórmula de éxito está contrastado que la liberal es muy superior a la socialista, porque son los hechos los que cuentas pese a la recalcitrante propaganda que soportamos. Y, por cierto, si hablamos de los servicios públicos, ningún riesgo mayor para su mantenimiento, sin entrar en el incesante declive de su calidad, que continuar en manos de los mismos.
 

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