2 abril Texto: Javier Celorrio Cuando llegan las facturas de luz, agua, teléfono, seguro, hipotecas y otros varios de las que por necesidad somos adictos ( del latín. addictus «comprometido», «sujeto, obligado»), ante su interpretación de las partidas que conforman el resultado contable final, nos encontramos con un galimatías como si estuviésemos, para los legos en el tema, ante una teoría de Stephen Hawking. Pero lo peor es cuando aceptas una oferta de esas empresas de servicio y cuando acaba esta te encuentras con una nueva factura que duplica el servicio y donde si amenazas con la baja te advierten que los elementos que componían esa oportunidad de bajar el precio del servicio que además lleva el señuelo de artículos a coste cero estos deben abonarse. En el caso de las telefonías es flagrante; incluso una te aconseja que si quieres seguir con la oferta en el precio tienes que buscar un nuevo abonado a la compañía convirtiéndote en comercial sin contrato de la misma. ¡Ojo con las ofertas! Nadie da duros a cuatro pesetas, se ha dicho siempre.
Esto me recuerda a la situación de Gulliver cuando el mono de la reina Brobdingnag lo coge entre sus manos, sufre «las sensaciones de un ser pequeño e inerme a la merced de algo monstruoso, irresponsable e idiota», decía Huxley comparando este momento de la historia de Swift con el ser vasallo de cualquier Gobierno. «Allí está el mono, sentado sobre la cornisa de un edificio a quinientas yardas del suelo, sujetándonos como un niño pequeño en sus manazas. ¿Nos soltará? ¿Nos apretujará hasta matarnos? Lo mejor que podemos esperar es que nos suelte sobre una teja, contusionados de tal manera que únicamente tengamos que guardar cama quince días». Así nos encontramos cuando una factura llega al correo: inermes y sabiendo que esos servicios son necesarios para la vida doméstica y laboral, por ello debes sufrir la usura y tiranía de los hacedores. También, y como decía el liberal Huxley, de la distintas gobernanzas.
Por cierto que de ese pasaje de Huxley surge el mito de King Kong, en esa ocasión es un mono sentimental, amable, enamorado de su presa. Podían aprender los semaneros contemporáneos. (anterior entrada)