Calendario / Tengo una carta para ti

El presidente se mete a cartujo por unos días para deshojar la margarita. Cosas veredes Sancho, dijo Don Quijote. El oráculo de la margarita siempre ha sido algo vicario, ausente, tímido o cobarde. Delegar en los pétalos de una flor el sí o el no de una decisión, que no es ni propia, es no querer enfrentar el meollo de la cuestión. El presidente, creídamente terne, está en ese ser o no ser, afligido como el crepúsculo, cavilando a lo niño de Elsinor pero sin la calavera que siempre es de profundi, gótico, trascendental y se pone con una margarita que queda algo demodé. Lo que debería hacer el presidente, antes de vestir por unos días el hábito cal azulineo de pincel de Zurbarán, es preguntar con urna por medio si los españoles están o no están por sus huesos, que sería un trazo limpio y contundente de estadista valiente y, si se quiere, progresista en ese gesto avanzado y carnal a todo ismo ilustrado. Pero es que la progresfera se va pareciendo a las ideologías totalitarias políticas o religiosas que denuncia y estigmatiza a todo aquel que no se pliega a sus creencias: ahora, a quien  no está de acuerdo con el credo, o no renuncia al propio, se le tilda de facha y santas pascuas. También es verdad que la actitud no es de ahora y que ya viene con lastre de tiempo y en cualquier ámbito. Cuando en política se habla de adhesión inquebrantable, no sé o sí, me viene a la cabeza la plaza madrileña de Oriente. ¡Qué cosas! Y es que cuando el dictador se quedaba solo con el mundo en contra, siempre quedaba la plaza de Oriente. (Anterior entrada)

 

También podría gustarte