Después de su paso por el Festival de Cannes y por el aprobado generalizado de la crítica más especializada, la última obra cinematográfica del director y productor de cine Albert Serra está disponible para el común de los mortales que no formamos parte de la élite intelectual del país, por no hablar de que tener un cine a menos de veinte minutos en coche es cuanto menos ciencia ficción. “Pacifiction” está disponible en Filmin y es una apuesta de casi tres horas de duración que no se puede dejar pasar así como así. Eso sí, no es cine accesible para todo el mundo, más que nada porque Albert Serra no filma para el público, llevando a la máxima la idea de que este público tiene que aprender a ser precisamente eso… público.
Somos invitados a un peculiar viaje a la maravillosa y fotogénica Tahití, un precioso enclave de un color y luz extraordinarios que dan pie a que el director exprima al máximo esta belleza visual que hace de “Pacifiction” un conglomerado de planos que se quedan grabados en la retina del espectador que busca maravillarse con el séptimo arte. Un alto representante de la república francesa, Monsieur De Moller (Benoît Magimel), se mueve en arenas movedizas intentando mantener el equilibrio entre los intereses geoestratégicos y el malestar general de una población cada vez más alterada, pues temen el regreso de los ensayos nucleares en la zona.
Albert Serra juega con el contraste entre un paraíso natural en el que la vida va a otro ritmo y el infierno capitalista que, insaciable, tritura todo lo humano. No hay que perder detalle del plano con el que comienza “Pacifiction”, habla por sí mismo. Es un poco lo que denuncia la franquicia Avatar pero sin tonterías infantiloides. Esta suerte de alto representante, papel bordado por una actuación impecable de Benoît Magimel, se cree amo y señor de la isla, un ser tremendamente sofisticado que parece estar por encima del bien y del mal pero que, intentando controlar la situación, en realidad no controla nada. Lo cierto es que el patetismo de la política queda al descubierto en esta película que no deja en muy buen lugar a una élite que vive en una sombra de luces de neón y excesos. Albert Serra, desconozco si ha sido su propósito en esta película, abre la ventana para airear las miserias de esa política internacional que convierte su día a día en una farsa bochornosa. No hay diálogos excesivos y resultan ser extremadamente creíbles. En cuanto a la banda sonora, juega un papel fundamental a la hora de subrayar el ritmo de una cinta que propone al espectador un ejercicio de paciencia onírica.
Cabe decir que el cine de Albert Serra no es nada fácil, pero igualmente disfrutable. Silencios cuando no hay nada que decir, protagonistas que reflejan el aburrimiento en sus miradas, diálogos naturales que no llevan a ningún sitio como los que puedes escuchar en un bar, tiempo que se toma su tiempo y en definitiva una película que te recomiendo sin pestañear, aunque luego me mandes a freir puñetas.
Isaac Cabrera Bofill
Lcdo. Ciencias Políticas y de la Administración.